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El Costa Verde languidece de soledad como un centro comercial fantasma

La puerta de la zapatería rechina mientras se abre despacio, movida por la curiosidad de quien busca comprobar que “en esa casa hay gente”. Porque desde afuera la tienda parece desolada, como muchos otros locales del centro comercial Costa Verde.

El intruso asoma medio cuerpo dentro del local y dice “buenas”… Adentro, el aire parece detenido y el silencio hace eco en la pared que sostiene unas tres decenas de calzados.

En un punto, la puerta choca con una campanita y al momento el dependiente responde “buenas”. El visitante se queda petrificado por segundos, con la palma derecha abierta sobre el pecho y la respiración agitada.

“Dios mío señor, casi me mata del susto”, refunfuña el comprador y termina de entrar ofuscado por el lúgubre recibimiento. Luego, pasea la vista por los zapatos que penden de la pared, pero algunos están mustios y cubiertos por una película de polvo añejo.

En menos de cinco minutos el cliente observa la mercancía, chequea los precios y se va. El vendedor se queda de nuevo en silencio, con un codo apoyado sobre el mostrador y la quijada reposando en el cuenco de la mano.

“Esto está como muerto”, comenta luego de un largo bostezo. Y para ahuyentar la modorra de las 3.00 de la tarde, sale al pasillo desolado, donde corre un airecito seco, pero refrescante.

Costa Verde, tiene supermercado, pero…

El Costa Verde se está quedando solo. Ni las angustias comerciales del Día de los Enamorados lograron colocar más de 20 personas juntas y en simultáneo, dentro del espacioso establecimiento comercial.

Las pocas tiendas que permanecen operativas, aún lucen en sus vitrinas la descolorida decoración navideña, que quedó “pasada de moda” desde hace más de un mes.

Pasear por las áreas solitarias infunde un poco de temor. Sobre todo en los jardines internos, que lucen secos y descuidados, tal vez por la escasez de agua de los últimos meses.

La fuente se convirtió en un depósito de agua sucia. Y al resguardo de la vegetación reseca y desbordada, una pareja de muchachos juega a la seducción en una de las banquetas. De resto no hay nadie más.

En la entrada, uno de los locales centrales vende chicha. Dentro, tres personas se resguardan del calor, mientras le dan vueltas al hielo de los vasos y contemplan la pantalla del televisor. Dos clientes entran y uno comenta “esto está pelao”.

La vendedora responde “si, estos días han sido fuertes”, y cuando dice la palabra fuerte, sus ojos se entrecierran como si sintiera un repentino dolor físico. “La gente creyó que el supermercado iba a llamar clientes, pero ah, ah… nada que ver”, lamenta.

La librería Europa es un “Highlander”

Desde el expendio de chichas “amarilla y blanca” (de pasta o de arroz), se observa el interior de las tiendas para caballeros que flanquean la entrada, una al izquierda y otra a la derecha. Ambas están desiertas, aunque en las puertas se lee claramente el letrero de “abierto”.

Las dos ventas de muebles están cerradas y en una de las vidrieras luce pegada la nota explicativa y los números de contacto para “más información”. En el mostrador de la tiendita de variedades, el vendedor cabecea sin pudor ante la falta de compradores.

Los pasillos están desiertos y solo al fondo del centro comercial se ve “movimiento de gente”. Arriba es igual, tal vez un tanto peor por la oscuridad y las vitrinas tapadas con papeles, donde se enlista los artículos que ahora están en venta: estantes, maniquíes, mobiliarios y hasta un neón que dice ABIERTO y que se oferta por 30.000 soberanos.

La librería Europa es una especia de “Highlander” y en sus entrañas se mueve la pequeña tribu de estudiantes y lectores que revisan los estantes en busca de ofertas.

En el supermercado La Despensa los clientes entran y salen. Algunos con bolsas, pero otros se van con las manos vacías, porque los precios de los combos y la mercancía no lograron seducirlos.

Cuatro décadas de esplendor

El centro comercial Costa Verde acaba de cumplir 40 años. La estructura diseñada por la firma Asprino – Basil – Ferrer y ejecutada por la constructora Terranova, fue el primer gran complejo de tiendas de Maracaibo.

Sus espacios amplios e inundados de luz natural, verdor y brisa, sirvieron de punto de encuentro a los marabinos de los años 80. El complejo de 6.100m² de construcción servía de recinto a tiendas y locales icónicos que marcaron el pulso de la modernidad.

Automercados CADA, Blanco y Negro, Zapaterías Rex, Salvador Peluquerías, Clemenza, Tritón, Arte 700, Foto Récord, Oro Arte, Tropicana, Montecristo, Momy, Recordland, Hallmark, Wrangler, Benetton, Zapatería Altamira, Video Color Yamín, Librería Europa, Maracaibo Infantil, Japonex, Dorsay, Fuller, Tienda Scout, Lenvill Club y Casa Zerizawa eran solo algunas de las más recordadas.

Costa Verde fue un paraíso para los niños, jóvenes y adultos de varias décadas, pero de ese esplendor solo queda un puñado de tiendas (30 o 35 por ciento) que se niegan a cerrar, por costumbre, por pudor o por fe.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografía: Archivos

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