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De Lima Limón sirve “historias memorables” con gusto peruano

De Lima Limón es más que un restaurante. Es un estado de ánimo donde se fusiona la paz con el optimismo y se sazona con la propuesta original de los fogones peruanos en una presentación gourmet.

Así que, cuando Katherine Bustamante dice “vas a comer ceviche como se hace en Perú”, no está jugando. “Allá se come con cuchara”, adelanta con una sonrisa pícara y comienza la explicación.

“Así se sirve, sobre una cama de batata. Acá tienes 160 gramos de pescado del día y estos son chicharrones de calamar. Te invito a que lo pruebes así, metes la cuchara en el fondo, cortas un trozo de batata y subes para tomar los jugos y el pescado”.

En este punto, la boca del espectador es toda agua. Y es que este plato es tan fresco, que está literalmente cocinándose en la mesa. “Cuando el jugo de limón y la sal entran en contacto con la carne blanca, se inicia ese proceso de cocción que extrae los jugos del pescado”, prosigue Katherine.

Y el invitado, con la cuchara en la mano suspendida en el aire, siente que la mandíbula se entreabre con anticipación. El espectáculo visual y aromático es seductor: trozos de carne blanca y jugosa, sazonados con cebolla roja, perejil y ají peruano, coronados de aros de calamar y bañados con un jugo que se antoja ácido y picante a la vez.

La restauradora sonríe de nuevo e invita a tomar el primer bocado y las papilas confirman la memoria futura. La carne es blanda y sedosa, al morderla se deshace en humedades con acidez y picante equilibrados. La cebolla pone la textura crocante y el retrogusto trae notas de ajo y jengibre.

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Comida fresca y con aroma a hogar

Al compás de cada bocado, Katherine habla de su restaurante. “Aquí cada plato se prepara cuando el cliente lo pide. Mi ritmo empieza cuando cantan la comanda. En ese momento se prenden los fogones, los ajos comienzan a tostarse y los ajíes y las cebollas se casan en la sartén”.

El ceviche De Lima Limón se sirve en una porción generosa, que se acerca mucho a un plato principal. Katherine comenta que se hizo común que en los restaurantes ese plato sea una entrada, pero en Perú, en cualquier hogar, es un plato principal.

También revela que la batata cumple la función de “aplacar un poco el picante del rocoto” y admite que los jugos del ceviche se llaman Leche de Tigre y no de Tigra, porque el nombre no hace alusión a un mamífero sino a la potencia del jugo, “que te convierte en un tigre”.

Cómplices de historias memorables

Aunque cuenta con un año de labores, De Lima Limón ya se convirtió en un sitio de encuentro, de conversaciones amenas, peticiones de matrimonio y de complicidades que hacen impronta en la memoria.

Y no podría ser de otra manera, ya que este restauran es la materialización de las memorias infantiles y los recuerdos de su creadora. “La idea surgió de la necesidad de probar mis sabores, que no los encontraba en ningún lugar, aunque visité muchos restaurantes”.

Katherine y su familia llegaron a Maracaibo hace más de 30 años. “Yo era una adolescente, pero en mi memoria siempre estuvo el anhelo de volver a comer peruano”.

La restauradora recuerda que aprendió a cocinar con su abuela y fue ella quién le propuso una vez, antes de salir del Perú, que llevaran la cocina a un plano profesional. Pero en ese momento no fue posible.

“El peruano nace con ese ADN. Desde que recuerdo siempre veía a mi familia cocinando. La carta del restaurante está hecha con las recetas de mi abuela, dos tía y mi mamá, cada quien con su toque particular”.

La carta de De Lima Limón tiene cinco entradas y siete platos principales, todos son preparaciones representativas del Perú, porque “son las que cocinan a diario y se pueden conseguir en todas partes”.

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Un rincón del Perú en Maracaibo

Pero retomando la idea. Llegó un momento en que Katherine, quien es administradora de empresas, empezó a cocinar su sueño en firme y de repente se presentó la oportunidad de hacerlo.

Toda la familia decidió apoyarla e inició el proyecto. “Pero pasaron como cinco años y todo se fue retrasando, porque iniciamos en medio del caos económico del país y se convirtió en un desafío completo”.

Pero como Katherine “ya estaba embarcada”, eligió continuar. “Estuve a cargo de todo: el diseño, la ejecución, desde trabajar con el arquitecto hasta con los albañiles. Esto me sirvió porque a medida que progresaba el trabajo yo me iba involucrando más”.

La “casa de familia” que compró para fundar su restaurante se transformó en un lugar hermoso y acogedor. En este punto, Katherine mira hacia arriba y suspira. “Parte de mi sueño era que el local tuviera un techo de caña brava, como el de un restaurante en Ballestas, y cuando entré aquí por primera vez me quedé asombrada, pero supe que este era el lugar”.

Además, De Lima Limón está decorado con detalles que cuentan al Perú. Mesas con rolas de madera inspiradas en una sala que está en Cuzco, los cuadros tejidos a mano vienen de Machupichu, y otra pintura que compró en medio del Lago Titicaca.

El par de llamas que adornan la entrada también las trajeron desde Cuzco. Sin embargo, una de las cosas que más llama la atención es un mural que cubre la pared del fondo.

“Esa es la primera entrada camino a Machupichu y se llama La Puerta del Sol. Está el camino del inca, tres o cuatro kilómetros antes de llegar y es la más alta. Se dice que era la puerta de control y el que pasaba era visto con mayor respeto”, relata Katherine.

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Respeto por la tradición

Conseguir los ingredientes es un reto. Estamos buscando la manera de cultivarlos, porque no tenemos un puente directo y es toda una logística mensual para hacer llegar el dinero a Perú y luego recibirlos.

Y como la propuesta del restaurante es que la colectividad conozca los platos típicos peruanos, Katherine se niega a fusionar su cocina que proviene de una cultura gastronómica y lleva 500 años de fusiones.

“Nos empeñamos en respetar las recetas y que la gente conozca su origen. Además, nuestra filosofía está en el tratamiento del producto y en respetar los ciclos naturales de producción y cosecha. Estos son los sabores de mi hogar”.

Se hace un momento de silencio cuando colocan sobre la mesa un plato blanco, con cuatro especie de torticas bañadas en una miel oscura y aromática. “Este es un postre peruano y se llama Picarón. Lo hacemos con batata y auyama, miel especiada con piña, clavito y pimienta dulce”.

De nuevo la salivación se anticipa al placer, mientras Katherine prosigue. “Este es un postre caliente y callejero, que se puede comprar en cualquier esquina o cualquier plaza del Perú, donde las señoras ponen sus mesas y sus pailas”.

De Lima Limón, un juego de palabras

De Lima Limón ya conformó un equipo con jóvenes cocineros entrenados por Katherine. “Ellos son talentosos y se adaptaron a los estándares de calidad, limpieza y servicio, además de respetar las técnicas culinarias”.

El restaurante tiene una capacidad actual para 60 personas, con una proyección de ampliar el servicio a 120 comensales. ¿Y ese nombre? De Lima Limón se refiere a la capital del Perú y a su fruta emblemática, además es un juego de palabras. “Cuando le preguntan a un limeño que de donde es, generalmente responde: de lima limón”.

En la sobre mesa, Katherine recuerda que luego de la apertura, el restaurante se convirtió en un boom. “Los peruanos enloquecieron porque encontraron su casa y muchos me decían esta comida se parece a la que hacía mi mamá”.

Aún en medio de las vicisitudes, La familia Bustamante continua firme en su sueño. “Vamos a seguir intentándolo, porque vale el esfuerzo y Venezuela es un país de muchas oportunidades. Por algo somos más que un viaje de sabores, los cómplices de tus historias memorables”.

Contacto:

@delimalimonca

 

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografía: Cortesía

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