Política 

Manuel Rosales blinda su entorno para volver a gobernar sin traiciones

Manuel Rosales Guerrero tiene algunos rasgos políticos del desaparecido líder de la revolución Hugo Chávez Frías, aunque algunos lo cuestionen y traten de distanciar la grandeza de uno y otro en el escenario histórico contemporáneo. Cualquier espejo los acerca.  El personalismo y la soberbia comen del poder y derivan en monstruos con perfume mesiánico.

Se parecen… Si bien el fundador de Un Nuevo Tiempo no derrocha una formación intelectual de biblioteca, carisma y elocuencia, resulta bastante terco, intransigente, cerrado y con una pizca de eso que llamamos delirio de persecución producto de las esquirlas de la traición. El germen del caudillismo los unirá para siempre en el ideario de la política.

Rosales Guerrero llegó lejos con muy poco. Fue alcalde y gobernador, por ausencia de liderazgos sólidos en la entidad, durante dos períodos, y enfrentó al padre del Socialismo del Siglo XXI en las presidenciales de 2006. En el Zulia es una especie de terrateniente de la dirigencia opositora con base en la estructura levantada a principios de siglo con la tolda neotempista: un mandamás de la soberbia y del poder económico, pero con un olfato político digno del vítor. Verdaderamente digno del aplauso.

Hoy, según analistas y periodistas conocedores de su dinámica como gerente electoral, está relativamente solo. Confía en muy pocos. Se reúne y escucha, pero rara vez respeta a ciegas la recomendación, el consejo. El desaire de Pablo Pérez Álvarez, a quien llevó a la Gobernación del Zulia en 2008 como portaaviones, le acrecentó la desconfianza y el recelo característico del nacido en el Sur del Lago. Su pupilo se negó a ser un títere de sus decisiones tras la persecución judicial ordenada por Chávez en un polémico mitin en la Plaza de Toros.

La figura de Eveling Trejo de Rosales le garantiza lealtad, pese al rechazo que engloba su gestión al frente de la Alcaldía de Maracaibo y su característica torpeza y ensimismamiento en materia comunicación, principalmente de vocería. Por eso él protagoniza la campaña a las primarias en vísperas de la elección por el Palacio de los Cóndores, aún con fecha por precisar. Él quiere recuperar el poder, con un rol de titiritero sin falsa pose. Es lo que hay.

Anillo económico

Un conocedor como pocos del entorno de los Rosales parte en dos su anillo de más cercanos, su cuadro cerrado: Anillo económico más anillo político.

El anillo del financiamiento lo lidera el productor agropecuario Rubén Barboza. “Fíjate que el ganadero regresó del exterior donde se había radicado cuando Rosales decidió entregarse”, recuerda. Rubén sería un amigo casi de la familia. Ambos manejan códigos de lealtad muy puros, con base en el agradecimiento. Ambos suelen juntarse para preparar parrilla y hablar de soluciones ante posibles escenarios.

Barboza tenía en Ciro Belloso, director del Servicio de Vialidad y secretario de Obras Públicas, en los gobiernos de Rosales, una especie de contraparte.

Belloso, prófugo de la justicia venezolana tras asesinar por la disputa de una herencia a su cuñado Luis Sulbarán, de 60 años, en un hecho registrado la mañana del 19 de diciembre de 2015, acrecentó la soledad de Rosales, quien, de acuerdo con testimonios de cercanos, entró en shock en su celda del Helicoide al enterarse del crimen.

El ingeniero civil, con un carácter muy similar al de Manuel, era una especie de alfil en materia de búsqueda de apoyo electoral con empresarios y contratistas. Otro nombre que salta a la palestra es el de Armando León, vinculado con una poderosa empresa constructora de inmuebles en Maracaibo.

Los Renovadores

Al igual que Hugo Chávez, para Manuel Rosales sus cercanos en la política guardan relación estrecha con sus inicios. Los originarios suelen tener el privilegio de la confianza.

Rosales, apenas con rango de concejal, desafió a principios de los 90 el poder del todopoderoso liderazgo adeco que encarnaban Américo Araujo y Robinson Medina, entre otros dirigentes conocidos como “Los Bachacos”.

Con discípulos como Ángel Sánchez, Freddy Macías, Adalberto “El Gato” Pérez, Ciro Belloso, Nora Bracho, Marlene Antúnez y Zulay Medina, entre otros, Manuel lideró una desbandada que derivó en la conformación de Un Nuevo Tiempo (UNT). El grupo se hacía llamar entre los blancos, “Los Renovadores”. José “El Chino” Páez, estaba con Araujo, pero luego se fue con Manuel y se convirtió en su jefe electoral en la mayoría de los procesos”, rememora un asesor, conocedor del entorno “rosalista”. “’El Gato’ Medina sigue siendo uno de sus más cercanos”, añade.

Rosales suele reunirse, analizar, debatir y pedir opiniones, pero es él quien decide. Omar Barboza, dirigente nacional de UNT, es una especie de consejero a quien le guarda respeto, sin embargo, no tiene el peso que cualquier cree. Elías Matta, Enrique Márquez y William Barrientos formarían parte de una especie de segunda línea de confianza, que la conforman los políticos con experiencia nacional. “Ahí también están Timoteo Zambrano y Heliodoro Quintero”.

Otro cercano es William Barrientos, a quien se le atribuye la gracia de mejorarle el humor al líder de UNT. “Le cae muy bien y sigue su línea”.  Douglas Santana y Luis Medeiros, dos jóvenes, reciben su unción. “Son cercanos. Representan el futuro de UNT”, agrega un dirigente.

Lo más sorprendente, según los consultados, es que Pablo Pérez Álvarez y Manuel Rosales no están del todo distanciados. Maestro y pupilo se reúnen eventualmente. El primero pretende mostrarse nuevamente como un soldado fiel y traga el humo por verse desplazado de los primeros anillos. El segundo, hábil, como nadie en la entidad en el ajedrez político, no execra y mueve los hilos de una organización que luce de papel, sin su figura y nombre como escudo. Y él, como Hugo Chávez, apuesta por eso.

Redacción: Raúl Semprún

Foto: Alejandro Paredes Pérez

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