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El Viacrucis de los pensionados se hace inhumano en Semana Santa

Pedro tiene 78 años y reside en Los Puertos de Altagracia, pero tiene cuatro días “viviendo” frente al banco Bicentenario de la 72 con la 3Y en Maracaibo. Su intención es cobrar la pensión este martes 16 de abril y “poder comprar por lo menos una lata de atún” para los días de Semana Santa. Este es el Viacrucis de los pensionados.

Desde el pasado sábado 13 de abril unos 30 ancianos esperan, con más fe que certeza, poder cobrar el dinero correspondiente a la pensión. La mayoría habita en otros municipios y les resulta menos costoso y complicado quedarse, que regresar a su casa y volver.

Este lunes el banco no laboró por falta de electricidad, sin embargo el cansancio no logra opacar su sentido del humor y aún tiene ánimo para bromear entre ellos. La larga espera fortalece los vínculos entre quienes tienen una extensa data de noches en vela frente a las entidades bancarias.

Desde el sábado hasta el lunes ya hicieron y destruyeron tres listas. En la cuarta van 45 anotados y poco a poco más ancianos siguen llegando, con su botellita de agua, su arepa fría y un cartón bajo el brazo.

De los 18 mil bolívares que representa el abono, con suerte solo recibirán 10 mil en efectivo. Con ese monto intentarán adquirir algunas provisiones para alimentarse durante el asueto de Semana Santa.

Cada pensionado es una historia

Pedro dice “ya vengo, me cuidan el puesto” y sale caminando lo más rápido que le permite andar la discapacidad de su pierna derecha, la cual resguarda con el uso de un bastón.

Al rato regresa con cinco “plátanos amarillos” dentro de una bolsa negra. “Están maduritos, así que me los como crudos. Es como comerse un cambur pero más grande y sostiene más que un pan”.

Pedro, quien aún labora en una estación de servicio, le ofrece uno a las “muchachas”: María, Carmen y Luisa, de 68, 76 y 65 años respectivamente. Ellas sonríen con malicia. María se apodera del plátano, le quita la concha y lo comparte. Todos ríen.

Raúl, de 71 años y nativo de La Cañada de Urdaneta, pone cara de asco. “A mí ni me lo mostréis. No quiero que me duelan las tripas y tener una ‘emergencia’ en la calle, sin agua ni papel”.

El cañadero es un hombre alto, catire y con una cabellera plateada que peina hacia atrás. Fue chofer de tráfico y ahora sobrevive de la pensión, un bono que recibe por sus años de trabajo en la ruta Maracaibo – La Cañada y de lo que “me tiran los hijos míos por ahí”.

Sonríe y muestra un canino de oro, se ajusta los “Rayban” oscuros e inútiles para esa hora del día y se queda mirando a la señora alta, corpulenta y de caderas anchas que le pasa por el frente. “Que buena paila pa’ hacer gallitos”, la piropea.

El Viacrucis de los pensionados

Pernoctar durante días en la calle no es cualquier cosa. Al menos en el banco Bicentenario de la 72 con 3Y colocaron un toldo que permanece día y noche para proteger a los ancianos del sol. Pero muchos pasan horas soportando calor e insolación.

En las noches colocan cartones en el piso y allí se recuestan. El cansancio y la edad les permite dormir a ratos, pero en la oscuridad abundan los “jejenes”, los perros callejeros y el hambre que los desvela.

Lo peor es la carencia de baños públicos. De día los abuelos caminan sin rumbo y piden “un permisito” en las casas y comercios cercanos para “hacer una necesidad”. Por las noches se van a un rincón o detrás de algún arbusto, por lo que en las calles aledañas el hedor se hace insufrible.

Comen “lo que sea”. Pan, verduras crudas, pastelitos “de balde”, galletas de huevo y beben agua de las tuberías que encuentran alrededor. Algunos llevan un “repele” para comprarse un cepillao o un guarapo.

Vale destacar que el mayor porcentaje de pensionados sobrepasa los 60 años de edad. Son ancianos con dolencias, enfermedades crónicas y, en el mejor de los casos, los “achaques” propios de la edad.

¿Vale la pena tanto sacrificio?

Cada pensionado recibe 10 mil bolívares en efectivo. Eso cuando el banco está operativo, hay electricidad, línea y liquidez. Pero ¿qué hacen los ancianos con esa cantidad? ¿Por qué no utilizan las tarjetas y puntos de venta?

“Me voy pal centro. Compro 10 plátanos por 3.500, medio cartón de huevos 3.000 y algunas verduras, una papeleta de café y medio kilo de azúcar. Con lo que me queda en el banco compro queso y harina”, responde Carmen.

La señora argumenta que se ayuda vendiendo café y chucherías en su casa. Su marido es mecánico, pero tiene 78 años y ya no tiene voluntad para trabajar todo el día, así que solo hace reparaciones menores. “Ya no tiene fuerza para bajar un motor”, admite.

Pedro y Raúl coinciden con Carmen. Ambos sostienen que la pensión “no será mucho, pero es la única manera de agarrar esa cantidad en efectivo. Yo también voy al centro y compro todo lo que pueda comprar, lo que consiga más barato”, recalca Pedro.

Luisa es más pragmática. “Yo invierto esa plata. Compro a que los chinos y vendo durofríos, cigarros, pasticas y tetas. Las cosas me salen un poco más económicas y les gano un pelo más”, comenta y refiere que es viuda y vive con su única hija, su yerno y tres nietos.

“Nunca pensé que mi vejez sería tan terrible. Mi esposo y yo teníamos una tiendita con la que vivimos durante 20 años y criamos a nuestra hija. Pero hace seis años el negocio quebró y al año se murió Marcos, yo creo que fue de tristeza”, agrega.

 

Redacción y fotografías: Reyna Carreño Miranda

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