¿Por qué las colas de “El Pollón” levantaron el vuelo?
“¿Aló mi vida? No tengo tiempo (o ganas) de cocinar hoy. Tráete un pollito con arepitas, guasacaca y un refresco de dos litros para el almuerzo”. Hace un par de años la respuesta automática de un esposo a esta solicitud, de seguro habría sido un rotundo “sí, mi amor”, acompañado de la pregunta “¿estas segura que con uno solo alcanza?”, pero hoy lo más probable es que semejante petición desencadene un ataque de tos, seguido por arritmia y hasta algún improperio involuntario.
Para generaciones de marabinos, el pollo a la brasa con sus contornos solía ser un comodín sabroso y accesible para resolver el almuerzo familiar en un ajetreado día de semana o un domingo de flojera. Esta premisa ayudó a lanzar a la fama a cadenas como Pollos Krispy, Mi Cali, Wawa´s y los restaurantes de la 3H y El Pollón de la 73 con Bella Vista, de los cuales ahora solo los dos últimos sobreviven, con precios no aptos para bolsillos desplumados.
Precios de vértigo
Hace tan solo un año, pedir “un pollito” de 1,5 kilos para llevar en El Pollón solo requería de una módica cantidad de dinero y mucha paciencia, ya que la suculenta sazón al estilo peruano y el seductor color ámbar que toma la piel de las aves cocinadas a fuego lento, creaba gran demanda en horas del mediodía y comienzos de la tarde.
En dicho establecimiento, el precio de un pollo asado para junio de 2017 era de Bs. 24.675,96, y el salario mínimo integral recién ajustado por el ejecutivo nacional a principios de ese mismo mes era de Bs. 250.531; es decir que con dicho ingreso un trabajador podía comprar 10 pollos asados.
Hoy la relación precio valor se ha invertido drásticamente. El costo de un solo pollo asado -sin contornos- asciende a Bs. 13.064.411,22, mientras que el salario global es de 5.196.000 bolívares (Bs. 3.000.000 de sueldo y 2.196.000 de cesta ticket). Esto significa que para llegar a casa cantando “traigo pollitoooo…” un padre o madre de familia necesitan 2,5 salarios mínimos integrales.
Un mercado exigente
Desde el punto de vista de mercadeo, esta realidad hiperinflacionaria representa un complejo dilema para establecimientos como El Pollón, ya que el local está diseñado con una infraestructura y aspecto acordes con el corte popular de su producto, pero los costos de funcionamiento los hacen demasiado caro para el consumidor promedio.
Una situación muy parecida fue la que afrontó a finales del año pasado Caldero’s Restaurante en la esquina de la 3G con calle 77, quienes después de ser el restaurante más vendedor de la Zona Gourmet, decidieron cerrar sus puertas para replantear el modelo de negocios y apuntar a un público más pudiente, ya que el formato de los almuerzos al estilo buffet por peso, apelaba a un target asalariado.
Según los resultados de un sondeo hecho por las firmas Urban Metric, Data Explorer, especializadas en el geomarketing e inteligencia de mercado, los consumidores marabinos ven la salida a comer como su principal gasto de entretenimiento familiar y por ello se han vuelto más exigentes a la hora de escoger.
No basta con que la comida sea sabrosa y el local esté ubicado en punto de fácil acceso. Los altos costos de los productos deben ir acompañados por un ambiente y calidad de servicio que ofrezcan al comensal una experiencia integral que mejore la valoración ante un mercado donde la competencia abunda pero los consumidores no.
Redacción y Fotografía: Luis Ricardo Pérez P.