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“La Bola del Gas”: La “Súper-bombona” que hizo estallar de pánico a Maracaibo

Primero intrigó a la ciudad, luego la hizo temblar de miedo. Con los años se convirtió en un punto de referencia para navegar el mapa local y quedó inmortalizada en la jerga popular a través de chistes y refranes. Hoy muchos jóvenes conocen su nombre pero no su historia y quienes sí la saben, se preguntan si aún funciona, qué hay adentro o por qué no ha sido nunca desmantelada.

Tras el reventón del Barroso II en 1922 -el pozo de la Venezuelan Oil Company (VOC) que inauguró la era del petróleo en el país- el gas natural derivado de la extracción era manejado como un subproducto de desecho que se quemaba en “mechurrios” para neutralizar el peligro de una explosión.

Al poco tiempo el potencial económico del volátil hidrocarburo comenzó a ser aprovechado con la participación de la empresa Gasplant, que se encargó de procesarlo en instalaciones ubicadas cerca del campo La Rosa. La actividad atrajo a nuevos trabajadores locales que comenzaron a asentarse en las inmediaciones del tanque de almacenamiento de la planta gasífera en Cabimas, dando así origen al sector que hoy se conoce como “Gasplán”.

Gasplant también fue la encargada de construir en Maracaibo la primera red de gas doméstico por instrucción de la transnacional holandesa Shell, quien había decidido para mediados de los años 30, que ya era hora de donarle a la capital zuliana y a la república un nuevo servicio público.

Aunque a la fecha, la vanguardista urbe ya contaba con luz eléctrica y telefonía, las cocinas de las casas todavía eran fogones de cemento que usaban leña y kerosene como combustible para cocinar.

Un temido enigma

Sin previo aviso ni explicación, en la esquina de la avenida 8 (Santa Rita) con calle Pichincha, una inquietante estructura de 20 metros de alto con forma esférica comenzó a levantarse por encima del horizonte dejando atónitos a los usuarios del tranvía que circulaban por los rieles que recorrían Bella Vista desde centro de la ciudad, hasta la plaza del Buen Maestro, donde se ubicaba la ya abandonada terminal de hidroaviones.

Para los marabinos de bajo nivel socioeconómico, que aún creían en el mito local de que los teléfonos operaban gracias a diminutas brujas que llevaban los mensajes entre aparatos, aquella gigantesca orbe plateada lucía como un objeto alienígena.

Durante meses las especulaciones afloraron por toda la ciudad. Algunos aseguraban que se trataba de un experimento secreto de los gringos, otros hablaban de un arma o un recipiente para sustancias tóxicas, pero la empresa Shell puso fin al acertijo cuando anunció públicamente que se trataba del tanque de almacenamiento que alimentaría la nueva red gasífera que instalarían para surtir de carburante a los hogares de la ciudad.

En lugar de apaciguar la imaginación de los lugareños, el anuncio se transformó en nuevo combustible para encender las angustias de quienes ahora afirmaban con redimida autoridad que todo el asunto era “una gigantesca bomba” que podría explotar con la más mínima chispa.

El pánico alimentado por la ignorancia y la típica exageración criolla era tal, que hasta los curas del colegio Los Maristas, ubicado a medio kilómetro de las instalaciones, recomendaban a los estudiantes no aproximarse al peligroso sitio y los dueños de las pocas casas que había en el sector Veritas estaban desesperados por vender y mudarse lo más lejos posible de la supuesta amenaza.

Tiempos de aceptación

En 1938 la llegada de las primeras tuberías permitió surtir de gas a la industria, el comercio y las áreas residenciales que prosperaban a lo largo de Bella Vista. Las noticias sobre el maravilloso nuevo servicio que permitía cocinar sin humo ni olores molestos, ayudaron a desterrar los temores infundados del populacho, que a partir de ahora incorporaba a su antiguo némesis como parte de la idiosincrasia local.

Con la llegada de la Ford Motors Company, comenzaron a proliferar los llamados “carros de plaza” que marcaron la extinción del tranvía y dieron origen a los por puestos. En este nuevo medio de transporte que ya no estaba limitado por rieles fijos, la parada de “La Bola del Gas” (como la llamaba el vulgo) se convirtió en uno de los puntos de referencia más comunes a la hora de dar direcciones en las proximidades de Valle Frío, Belloso y Veritas.

Para 1945 cuando se constituyó el Gasómetro, primer ente rector del servicio de gas doméstico, el gigantesco tanque de almacenamiento conocido técnicamente como “Esfera de Horton”, ya era toda una celebridad con su apelativo coloquial. Después de todo era una de las estructuras más visibles en una Maracaibo carente de edificios altos.

En juegos de béisbol era común escuchar a espectadores burlarse del bateador gritando “no le pegáis ni a la bola del gas”, también se usaba como referencia de obesidad, al advertirle a la gente glotona “te vais a poner como la bola del gas”.

Preservada en burocracia

La Fundación Instituto Municipal de Energía (Fime), tomó la antorcha de la gestión gasífera en 1974, dos años antes de la nacionalización de la industria petrolera. Para finales de esa década, la explosión demográfica en la ciudad había incrementado exponencialmente la demanda de gas doméstico por lo que La Bola del Gas quedó obsoleta.

La descomunal “bombona” fue desincorporada de la red, que desde entonces comenzó a alimentarse de forma directa a través de tuberías provenientes de las filiales petroleras en la Costa Oriental del Lago.

En el año 2001 durante la gestión de Gian Carlo Di Martino en la Alcaldía de Maracaibo, se liquidó el Fime y se creó el Servicio Autónomo de Gas de la ciudad (SAGAS). En abril del año siguiente las instalaciones de Santa Rita con Pichincha fueran entregadas en comodato al Cuerpo de Bomberos de Maracaibo por espacio de un siglo.

Debido a que la figura del comodato es un préstamo a largo plazo, las instalaciones, donde aún funcionan ciertos procesos del extinto Fime, no pueden ser alteradas ni desmanteladas de ninguna forma sin la debida autorización de la Alcaldía e intervención de PDVSA Gas.

La célebre Bola del Gas hoy no es más que un curioso recordatorio de los inicios de la modernización de Maracaibo, aunque el personal de bomberos todavía utiliza la plataforma ubicada en la cima de la estructura, como un mirador desde donde puede verse gran parte de ciudad.

Tal vez sería mejor regalársela a Nelson Romero, “El Ayayero”, para que haga realidad la letra de la gaita “La Bola del Gas” y con una inmensa estaca la convierta en maraca, para que la gaita de otrora, retumbe de aquí a Caracas.

 

 

 

Redacción y fotografía: Luis Ricardo Pérez P.

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