«La Altamira» busca quien llene sus zapatos en 5 de Julio y Costa Verde
Pocos lo han notado, pero en diciembre de 2017 el bulevar 5 de Julio perdió a otro de sus iconos comerciales. En la esquina de la Av. 18, a los pies del temido edificio del Banco del Comercio, aún está el local de la Zapatería Altamira, pero al igual que el extinto cine con el cual compartió cuadra y nombre por más de tres décadas, ahora solo queda el letrero y un aviso buscando inquilino o comprador.
El desalentador cuadro que también se venía presentando desde hace más de un año en la sede del Centro Comercial Costa Verde (local PA-20), ha despertado interrogantes sobre el futuro de una empresa que a fuerza de perseverancia, calidad y servicio, se había posicionado como sinónimo de buen calzado en la psiquis de los marabinos.
Arraigo y esperanza
Quienes tienen más de 35 años seguramente recuerdan que en los 80’s la llegada de la Navidad o el comienzo del año escolar significaban una visita obligada a la Zapatería Altamira de 5 de Julio o el C.C.C.V, donde una vasta selección de marcas como Rossi, Clarks, Flrosheim, Sevago, Thom Sailor, Kickers, Adidas, Mario Pellino y Pierre Cardin conformaban parte de las opciones disponibles (hechas con verdadero cuero) para lucir a la altura de cualquier ocasión.
A pesar de que en los años 90’s, la aparición de los centros comerciales climatizados provocó una estampida comercial que transformó a la calle 77 en un cementerio de locales, negocios como la Altamira apostaron al arraigo, y en lugar de abandonar el importante eje vial donde fungían como enclaves de nostalgia y esperanza para quienes sueñan con un renacimiento del bulevar, decidieron crecer hacia nuevos espacios como el C.C. Lago Mall, lo cual les dio mayor penetración de mercado.
Tras la desaparición de las zapaterías Lucas, y la Rex, la Altamira había pasado a ser la última gran tienda de calzado en 5 de Julio, pero tras un jugarreta inesperada del contexto país, ahora su local de 800 M2 está disponible, en $400.000 para la compra o $1.200 en alquiler, para quienes busquen emprender en una de las zonas más consolidadas y céntricas de la ciudad. Una verdadera ganga, considerando el valor real de semejante infraestructura.
Mártir del populismo
El golpe de gracia para esta tienda que había soportado estoicamente los embates de la economía y las tendencias del voluble consumidor zuliano, llegó el pasado 3 de diciembre, cuando la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) practicó una fiscalización a las principales tiendas de calzado en la ciudad, obligándolas a vender con descuentos del 50%, a pesar de que sus márgenes de ganancia no superaban el 30%.
La medida de corte populista que coincidió con el pago de las utilidades decembrinas, desató una verdadera marabunta humana que dejó en el hueso los anaqueles y depósitos de la Altamira, provocando una descapitalización irreversible de la empresa creada por la familia Fernández (los mismos de la Librería Europa).
Las pérdidas ocasionadas por la rebatiña con sello gubernamental y la imposibilidad de acceder a dólares preferenciales para importación de nueva mercancía, liquidó las esperanzas de reponer inventarios, dejando como única salida viable el cierre de la emblemática sucursal de 5 de Julio.
La empresa manejada por la hija del empresario editorial Joaquín Fernández se replegó a su sede más nueva y pequeña, ubicada en Lago Mall. Fuentes del sector comercial afirman que la propietaria ya tiene algún tiempo residiendo en España, por lo que estaría apuntando a liquidar en tiempo perentorio sus activos inmobiliarios en el país, para radicarse definitivamente en suelo ibérico.
Pronóstico desfavorable
Para la Zapatería Altamira, la posición en el mercado se ha tornado más que precaria. El universo de consumidores que está dispuesto a invertir en un buen calzado se ha encogido drásticamente, mientras que los comerciantes árabes han copado casi en su totalidad el segmento del calzado económico, desde su base de operaciones en el centro Comercial Ciudad Chinita.
En la ciudad todavía hay un público con poder adquisitivo -que se evidencia en la afluencia de comensales en restaurantes de alta gama y la circulación de vehículos de último modelo-, pero este perfil de consumidor aunque teóricamente conforma el target de la Altamira, prefiere satisfacer sus necesidades de ropa y calzado durante sus viajes al exterior o a través de las encomiendas puerta a puerta.
Al conectar los puntos de este sombrío escenario, se dibuja una trayectoria descendente que de no repuntar milagrosamente en el futuro cercano, pronostica un desenlace tan desafortunado como inminente para un negocio que ya ha dejado y dejará por siempre, una profunda huella en la ciudad.
Redacción y Fotografía: Luis Ricardo Pérez P.