Cuarentena Pandémica: los 100 días más nefastos de Maracaibo
Cuando los marabinos pensaron que nada peor podía suceder y que estaban de primeros en el ranking de las calamidades, llegó el Covid-19. . Maracaibo arrastraba ya la falta de agua, la proliferación de la basura, el caos eléctrico, la escasez de gasolina y se decretó una cuarentena temprana que frenaría los contagios por coronavirus.
A los 100 días de confinamiento, el Zulia acumula 590 casos confirmados y más de un millar por confirmar, y en el contexto de la pandemia Maracaibo sufre cada día más. . Con solo cuatro horas para hacer compras, muchas veces movilizándose a pie, los ciudadanos se enfrentan con largas caminatas y horas de espera para entrar a los establecimientos.
Por un lado la imposibilidad de trabajo para industrias y comercio formal, por otro los pequeños talleres de mecánica, ventas de repuestos, pulilavados, piñaterías y hasta salones de belleza abren en la clandestinidad para poder subsistir.
El comercio informal también permanece activo. Luego del cierre del mercado Las Pulgas, principal foco de contagio de la entidad, y de La Curva y santa Rosalía, los buhoneros migraron a otros espacios, tal vez llevando consigo el virus malvado.
Como si permanecer 100 días confinado fuera poco, los marabinos deben soportar seis, ocho y hasta 10 horas de administración de carga o racionamiento eléctrico.
El agua, principal elemento para la prevención del contagio con la Covid-19, llega a los hogares cada tres o cuatro semanas, en el mejor de los casos, aunque hay zonas donde la sequía se extiende por meses.
Más de 600 personas están confinadas en 16 hoteles de Maracaibo, muchas de ellas asintomáticas, porque dieron positivo a una prueba rápida que no es infalible.
Los rumores y noticias falsas se esparcen como pólvora y llenan de incertidumbre y miedo a la población, que tiene como principal medio de información a las redes sociales. . Maracaibo cambió. Ahora es solo una ciudad fantasma que revive de 8.00 de la mañana a 12.00 del mediodía y se expone al contagio de un virus para no morir en el abandono.
Pero «las esperanzas son las últimas que se pierden» como reza el dicho.