Solo policías y funcionarios bancarios «dan la cara» a los pensionados
“Ey, ey, ey… Mosca, no se vayan a coliar”. Manuel grita y remata la exclamación con un silbido agudo que logra articular retrayendo el labio inferior sobre los dientes y expeliendo el aire con fuerza. “Al quien se cole le cae”, amenaza y agita los brazos con toda la energía que le permiten sus 85 años. Manuel es uno de los cientos de pensionados que hay en la ciudad.
La queja de Manuel pasa desapercibida. La fila de adultos mayores sisea y genera un zumbido ensordecedor. El pensionado se acalora de ira y de impotencia. “Aquí se va a prender un peo si no se comportan como gente, viejos de M… Como que me llamo Manuel José Pirela, nojoda”.
El resto lo toma a burla. “Callate viejito, no te valla a dar un infarto”, replica Rosalina, una anciana de 76 años, que derrocha buen humor, pese al sol inclemente, el calor y las tantas horas que lleva de pie.
Manuel, Rosalina y unos cien ancianos más integran un grupo compacto que espera a unos 50 metros de la entrada de la agencia del Banco Bicentenario de la 72 con la 3Y. Desde donde están logran observar la masa de gente que pugna por entrar a la entidad bancaria.
Abundan los gritos, los empujones y el caos. “Estamos así de que se prenda un peo”, comenta Rosalina y une los dedos pulgar e índice, para señalar una medida ínfima e imaginaria. Si sucede, sería la tercera trifulca de esta mañana.
Solo la polícia sirve de mediadora
Temprano los “visitó la policía”. Ante la lentitud del proceso y los rumores de que “no hay efectivo para todos”, los ancianos se lanzaron a la calle y cerraron las cuatro esquinas de la intersección entre la 72 y la 3Y.
Estas protestas son usuales. “Los pensionados cierran el paso a los vehículos, llega la policía, habla con ellos y los convencen de seguir esperando. Es un cuento de nunca acabar”, comenta una joven que labora en una farmacia cercana.
“No podemos hacer nada más. Hablar con ellos, evitar que se hagan daño y brindarles un poco de seguridad”, afirma un funcionario, mientras se encoge de hombros, se monta en la patrulla y sale rumbo a otra entidad donde se reportan disturbios.
La presencia de los efectivos los calma. Sin embargo, ni los policías, los trabajadores del banco o los funcionarios de Sudeban, tiene respuestas certeras para estos ancianos que ven pasar sus años dorados haciendo cola frente a un banco.
Cuántos pensionados son
La cifra total actual del número de adultos que recibe pensión es desconocida. Sin embargo, a mediados de año, el Gobierno reveló que más de cuatro millones de adultos mayores pensionados.
Más adelante confirmó que un 100% de los ancianos venezolanos reciben ayuda económica, unos por el Seguro Social y otros por la Misión Amor Mayor. Cada pensión es de 4.500 bolívares soberanos.
Los adultos mayores aspiran a recibir sus bonificaciones en dinero en efectivo. Para ese fin, pernoctan en las agencias bancarias y hacen cola durante horas, algunas veces sin éxito, porque los billetes no son suficientes para cubrir toda la demanda.
Durante 2018 y hasta noviembre se registraron al menos 169 protestas. Estos hechos involucran a pensionados de todo el país, de acuerdo a los datos de El Termómetro de la Calle, un monitor de protestas realizado en alianza entre Runrunes, El Pitazo y TalCual con instrumentos desarrollados junto a ORC Consultores.
La mayoría de estas quejas públicas obedecen al pago de las asignaciones correspondientes al programa de Amor Mayor, con 81 protestas hasta noviembre, lo que representa el 47,93% del total, con un repunte en septiembre.
Pensionados zulianos en segundo lugar
El Termómetro de la Calle registra los meses de septiembre, julio, marzo y enero como los más activos en cuanto a protestas para el sector de los pensionados y jubilados con 43, 29, 28 y 20 manifestaciones de calle respectivamente en esos meses.
Estas manifestaciones se dieron con mayor fuerza y volumen en Distrito Capital, con 29 ocasiones, Zulia con 23, 17 en el estado Bolívar, 14 en Anzoátegui y Mérida, y 10 en Miranda y Táchira. Sin embargo, el Gobierno no brinda una respuesta.
Mientras, los ancianos siguen quejándose, viviendo una realidad a cuentagotas, donde su hogar es la acera frente a un banco y sus familiares y amigos son el resto de los pensionados que hacen cola juntos día tras día.
Redacción y fotografías: Reyna Carreño Miranda