Imtcuma le pone freno a los “piratas” que prestan servicio en Maracaibo
Francisco Fuenmayor no es “chofer de tráfico”. Él es un soldador de 63 años, a quien las circunstancias lo llevaron a tomar su vehículo, un Chevrolet Century del 85, y “dar unas vueltas” cada día para redondear su ingreso semanal.
Él es uno de los tantos ciudadanos que salen a diario con un doble propósito: prestar un servicio casi inexistente en la ciudad y obtener un ingreso extra y en efectivo, que sirve para “pagar la gasolina, el aceite y otras cositas para el carro”.
No es un secreto que, en medio del caos marabino, cualquier tipo de vehículo se transformó en una modo de locomoción colectiva: carros de cualquier modelo, camionetas, camiones, grúas, motos, trencitos, cavas y todo lo que tenga ruedas.
Según un reporte de la Central Única de Transporte, en 2017 solo había 10 por ciento de las unidades operativas y en los primeros tres meses de 2018 más de siete rutas desaparecieron, por lo que las “chirrincheras”, los camiones 350-750 y otros vehículos se ofrecieron “a prestar servicio de transporte”.
Para quienes esperan horas, bajo el sol, con calor y premura, algún transporte seguro y digno para trasladarse a sus trabajo, este “servicio” dejó de ser pirata, para convertirse en una opción “milagrosa”.
El Imtcuma de «sorpresa» en el camino
Hoy, Francisco salió a cumplir con un trabajo de soldadura. En el camino embarcó a varias señoras que consiguió en la avenida 5 de Julio, a pleno sol y a la espera de algún transporte para llegar a su trabajo.
A la altura de Bella Vista, Francisco se encontró con un operativo del Instituto Municipal de Transporte Colectivo y Urbano de Maracaibo (Imtcuma). Un funcionario le hizo señas para que se detuviera, “más adelante y se estaciona mejor, ciudadano”.
El joven trabajador del Imtcuma se asomó por la ventanilla del copiloto y con amabilidad preguntó: “a qué línea pertenece usted, señor”. Francisco se encogió de hombros: “yo no soy de ninguna línea, solo hago una vueltas antes de irme a trabajar”. El funcionario frunció el ceño y le espetó “deme sus papeles”.
En segundos, el soldador sacó de la cartera un fajo de documentos. “Aquí tenéis, licencia, cédula, carta médica, papeles del carro y hasta el carné de la Patria te lo tengo”, increpó con molestia. “Bájese del carro y me acompaña”.
El conductor tomó sus “papeles” y salió del carro. Los pasajeros precavidos también se bajaron del vehículo, pero se mantuvieron atentos ante los acontecimientos. Francisco fue, conversó y regresó con cara de acontecido. Se montó en su carro y siguió.
“Que le dijeron señor”, alcanzó a preguntarle una pasajera. “Nada, que tengo que pedir una carta aval a la línea si quiero trabajar como chofer aquí. Yo no quiero ser chofer, solo estoy tratando de resolver y prestar un servicio”.
Todos pasan, pocos se quedan
Los pasajeros indignados les reclamaron a los funcionarios. “Porque no paran a los camiones y chirrincheras que llevan a la gente como animales. Esos si son un peligro y maltratan a la gente”.
Sin embargo, los trabajadores del Intcuma, resguardados por efectivos de la Policía Regional, solicitaron a las personas “desalojar el paso. Sigan su camino. Aquí no hay nada que ver”. Cada cual continuó su destino, a pié y con la cabeza baja.
Mientras, de lado a lado por la calle, van los buses atiborrados de personas que se agarran de las ventanillas, las camionetas pickup llenas de pasajeros de pie, agarrados unos a otros para mantener el equilibrio dentro del vehículo en marcha, y hasta un camión que transporta a las personas como al ganado.
Todos pasaron, ninguno fue detenido para verificar la existencia de la carta aval. Cuestión de suerte, de invisibilidad o como diría doña María Dolores: “el mono sabe en cual palo se trepa”.
Redacción: Reyna Carreño Miranda
Fotografía: Archivo