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Cepillados Cangurito: Un «legendario» sabor de Maracaibo, que merece ser rescatado

Desde que la refrigeración llegó a Maracaibo, el ingenio popular ha dado pie a una carrera armamentista en la guerra contra el calor. Cepillados, duros fríos y las llamadas “tetas”, han sido las principales municiones que los cuarteles de vecindad han disparado hacia la acalorada clientela, compitiendo por la supremacía comercial. Después de 38 años como caudillo invicto del sector Belloso, Cepillados Cangurito fue derribado por un enemigo despiadado y ahora lucha por levantarse.

Jorge Luzardo tiene toda una vida en el negocio de los cepillados congelados de vacito. Se inició siendo apenas un adolescente como empleado de un microempresario del mismo ramo. Para 1980 cuando su jefe enfermó, éste emprendedor marabino decidió aprovechar la experiencia adquirida y continuar el legado con la ayuda de un microcrédito que le permitió comprarle cuatro cavas y una nevera a su mentor.

“El señor al que yo le trabajé me dio la fórmula de los cepillados pero yo la mejoré y a medida que los clientes fueron haciendo sugerencias yo también iba innovando y modificando, hasta el punto en que el cepillado ya parecía casi un helado”, cuenta Luzardo, al asegurar con su orgulloso acento zuliano, que su producto tenía “un sabor único en Maracaibo”.

Salto al éxito

El Cangurito llegó a tener casi 40 sabores entre opciones con base láctea y los de fruta. En la cartelera que aún cuelga en la antesala de su local/vivienda se leen opciones como crema cereza, crema reina, crema real, crema cielo, crema leche, crema banana, crema suiza, crema pistacho, cola con leche, baty-baty, mantecado, toddy, corn flakes, piña natural, fresa, ciruela, níspero, tamarindo, zapote, parchita, guanábana, durazno, tizana y fruit punch, pero el favorito indiscutible de todos era el de coco con leche.

Ya a principios de los 90’s la marca era una referencia local, toda la comunidad de Veritas y Belloso acudían a la calle 13, entre avenidas 88 y 89, a disfrutar las deliciosas creaciones de Jorge y su familia, pero todo escaló de forma vertiginosa cuando recibieron una visita inesperada.

“Un día se apareció Radio Caracas Televisión y a partir de ahí la cosa fue un boom. Ellos me hicieron una entrevista de la cual solo transmitieron 10 segundos al final de la emisión meridiana de El Observador, donde ellos siempre mostraban alguna curiosidad de distintas partes del país, eso bastó para que yo despegara”, recuerda el comerciante, al detallar que se vio en la necesidad de expandir su capacidad de respuesta ante la creciente demanda.

El proceso que hasta entonces había sido artesanal comenzó a tecnificarse con maquinaria que ayudaba a procesar el coco para su producto estrella y nuevas licuadoras industriales y cavas le dieron mayor dinamismo a la operación, que ahora despachaba hasta 2.000 cepillados diarios, además de una extensa oferta de dulces típicos, tortas y ponche crema hechos por la esposa de Luzardo.

“Teníamos que estar abiertos hasta las 11 de la noche, la gente no me dejaba cerrar y como seguían llegando, yo les ponía gaitas y se quedaban conversando conmigo. Venía gente de todo Maracaibo, San Francisco, La Cañada, la Costa Oriental. Eran momentos muy felices”, acota con nostalgia el empresario.

Era tal la avidez de la clientela, que Cepillados Cangurito movilizaba semanalmente una tonelada de leche y 2,5 toneladas de azúcar, además de varios centenares de kilos de fruta fresca, que era despachada por proveedores que preferían a Jorge porque siempre pagaba en efectivo, pero fue esta aparente virtud la que años más tarde contribuiría al hundimiento de la próspera industria.

De la risa al llanto

Al igual que para muchos comerciantes del sector alimentario, las complicaciones de Luzardo comenzaron hace varios años cuando la escasez de insumos se acentuó en la región y el país. En tiempos del “bachaqueo”, la lucha por asegurar los inventarios representó un fuerte golpe para la operación que estaba a punto de expandirse.

A solo dos cuadras de su sede original, el Cangurito había venido edificando una estructura de tres plantas con espacios diseñados para duplicar su capacidad con miras a distribuir en otras latitudes o incluso franquiciar. Mostrador de atención al público y extensas áreas de procesamiento, recubiertas en cerámica para mayor pulcritud, estaban casi listas cuando la crisis del efectivo erosionó el ya frágil equilibrio financiero de la empresa.

“Lo que a mí me enterró es que yo inocentemente me puse a vender con un margen de ganancia bajo para mantener los precios accesibles porque yo no soy avaro. Muchas personas amigas me decían que tenía que triplicar el precio del producto pero yo caí en las garras del bachaquero y los poderosos. Yo compraba en efectivo y vendía en efectivo. Últimamente me puse a vender por transferencia porque no tenía punto ya que nunca pude ponerme en uno, a pesar de que mi negocio tiene registro de comercio, código SADA, pago Seguro Social y declaro al Seniat y Sedemat”, detalla Jorge, al confesar que tenía cuentas en varias entidades pero las movía poco ya que disponía de una liquidez constante.

Otro factor que contribuyó al declive de la empresa fue la crisis del sistema eléctrico que averió y quemó las unidades de los congeladores hasta que el decreciente flujo de caja no pudo costear las reparaciones. “Ahorita tengo tres cavas y dos aires acondicionados con unidades dañadas” remata Luzardo.

Fe en el futuro

Desde el pasado mes de diciembre el Cangurito no produce cepillados, pero está lejos de darse por vencido. Las neveras están llenas de bolsas de hielo para aprovechar la capacidad instalada, pero también ofrecen yuca, pan y hasta lampazos para mantenerse funcionando de alguna forma.

Como un hombre de inquebrantable fe cristiana, Luzardo se confiesa abatido pero no derrotado por que abriga aún las esperanzas de reactivar el negocio con las instalaciones que no pudo estrenar. En una oportunidad un amigo le ofreció irse al exterior y comenzar en otro país, pero su optimismo y amor por Maracaibo lo hicieron desistir.

Hoy Jorge se pregunta si tal vez debió aceptar, pero tras una corta reflexión concluye que la migración es una aventura para mentes y cuerpos jóvenes, por lo cual se aferra a Dios y sus ganas de seguir trabajando por la marca que conquistó numerosas distinciones municipales, regionales y la preferencia de miles de clientes que todavía añoran sus productos.

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Redacción y Fotografía: Luis Ricardo Pérez P.

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