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El hipismo zuliano podría “cabalgar” de nuevo en el hipódromo Santa Rita (Parte II)

La posible reapertura del hipódromo Santa Rita trae vientos de nostalgia. Aquellos zulianos que disfrutaron de las amenas jornadas, aún recuerdan con añoranza el preámbulo, la excitación y la agonía que se repetía en cada carrera y el ritual que la acompañaba.

¡Parrrtida! Y salían en tropel las esperanzas de cientos de aficionados ansiosos por recibir el mágico golpe de la suerte. La largada podía ser pareja o mala para unos y otros ejemplares: 10 o 12 cuadrúpedos que se confundían en una maraña de piel, pelos, patas y arena, impulsados por el ajeno deseo de la victoria.

Siempre resultaba igual en el hipódromo Santa Rita. En cada carrera se reafirmaba el gusto hípico del zuliano y los presentes vivan en carne propia la agonía que se repetía una docena de veces o más en cada reunión, cuando jugaban a ganar con la suerte puesta en dos pares de patas.

Los aficionados aseguran que “vivir el hipismo” es cosa de guapos, de entendidos, de estudiosos. Los fanáticos admiten que no hay sensación comparable, al momento cuando todos los pasos se dan hacia adelante y ya no hay vuelta atrás.

Durante una carrera, cada animal en cuestión es el dueño del destino de todos los que apostaron a su velocidad. Ellos siguen de cerca, por radio, televisión o de cuerpo presente, el trajinar de la carrera.

El jugador asiduo conocía la dinámica y las herramientas que necesitaban: una radio, la revista hípica preferida y un celular. Binóculos si se estaba en el hipódromo, pero no eran indispensables.

El conocedor se movía con exactitud entre la atención a las carreras, el levantamiento de «datos», el momento propicio para tomar algo, los minutos indicados para realizar las apuestas y el instante preciso para ir al baño.

Hipódromo Santa Rita

Recuerdos de las carreras en el hipódromo Santa Rita

En honor al hipismo zuliano, Tu Reporte buscó recrear en una crónica, todo lo que implicaba in al hipódromo Santa Rita, seguir una carrera de caballos, apostar, perder o ganar:

Aparecen los animales guiados por sus cuidadores y el tractor remolca el aparato de partida hasta donde lo indique la distancia de la próxima carrera. Los jinetes se engrandecen sobre el lomo de los corceles.

Vestidos como arlequines, con colores chillones, no pueden pasar desapercibidos. Son los héroes o los villanos, de ellos depende el desempeño del animal. Sin embargo, sea cual sea el resultado, siempre regresan del ruedo escupiendo la arena que levantan los cascos frenéticos.

Partida y allá van raudos en un visaje castaño. Toman la última curva, los 800 metros y entran en la recta final. En el hipódromo, la Peña Hípica o el solar de una casa cualquiera, se vive una escena única.

Los espectadores enardecidos aúpan sus favoritos y poco a poco. Lo que hasta ahora era un rumor de comentarios, se intensifica para convertirse en un rugido ininteligible de gritos e invocaciones, acompañadas por el latigazo de cientos de dedos índice y una ráfaga de besos al aire.

Al tiempo, los aficionados recrean el icono gestual que mejor describe el ardor de la competencia y ejecutan la fórmula cabalística, la manera de «ligarla», en una ceremonia de buena suerte.

Hipódromo Santa Rita

Ganancias entre “burros” y “favoritos”

El frenesí alcanza su punto más alto un segundo antes de que el caballo más rápido cruce la meta, queda en el aire la voz del narrador que alarga la última vocal del nombre vencedor y luego la nada. Claman las celebraciones y los lamentos, los vítores y los improperios, hasta que reaparece el rumor inicial.

El triunfo produce utilidad, tanto en taquilla como en la banca ilegal, donde las ganancias son hasta 50 veces más altas, dependiendo si el caballo era un “burro” o un “favorito”.

Al final celebran los ganadores y se lamentan los que perdieron la quincena. Salen tambaleando, embriagados de alcohol y adrenalina, con la revista hípica estrujada y embutida en el bolsillo trasero del pantalón.

“¡Viste, tremendo batacazo!” Y una palmadita choca contra la espalda de un perdedor. “¡Pa’ adivino Dios! Se cayeron hasta los cuadro de la pared, por que ese animal era un burro”, responde el perdedor con resignación.

Hipódromo Santa Rita

Así se decía en el hipódromo Santa Rita:
  • Favorito. Caballo que por pronósticos y trayectoria tiene grandes posibilidades de salir victorioso.
  • Burro. Animal que no tienen posibilidades de entrar en pizarra y se le augura “llegar después de la ambulancia”.
  • Largada. Salida de los caballos, inicio de la carrera.
  • Cuadro. Formulario que se utiliza para jugar al 5 y 6, modalidad donde se suma el número de ejemplares elegidos y luego se multiplica por 500.
  • Llave. Cuando van dos caballos en el mismo número de partida.
  • Línea. Caballo que se juega sólo en una carrera.
  • Batacazo. Animal que tumbó los pronósticos y resultó ganador, pese a considerarse un burro.
  • Ganador. Jugada en la que se apuesta al animal que llegue en primer lugar.
  • Placet. Jugada donde se apuesta al caballo que llegue en segundo lugar.
  • Exacta. Jugada que se apuesta a los dos primeros lugares.
  • Trifecta. Se apuesta a los tres primeros lugares.
  • Superfecta. Se apuesta a los cuatro primeros lugares.
  • Dividendo. Cantidad de dinero que paga el caballo ganador.
  • Hacer extraños. Cuando un caballo tiene un comportamiento anormal durante la carrera.
  • Salir en falso. Cuando un caballo se adelanta en la salida.
  • Traqueo. Entrenamientos previos a cada competencia.
  • Gaceta. Nombre que se le da a cualquier revista hípica.
  • Banca. Sistema de apuesta ilegal.
  • Normal o combinada. Tipo de apuesta según sea sencilla o combinando varias a la vez.
  • Gatera. Aparato donde se alinean los caballos antes de la largada.
  • Distanciar. Bajar de puesto a un caballo, que de una u otra forma, ha molestado al resto de los competidores durante la contienda.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografías: Archivo

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