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Los oscuros misterios que “habitan” en las fortificaciones zulianas

Quién sabe qué oscuros misterios o qué espanto le heló la sangre al cabo Celso Ramírez, aquella noche aciaga cuando recostó el máuser en un uvero y se destrozó el pecho de un disparo.

La detonación retumbó como un trueno que partió el silencio de la madrugada y el corredor de piedra quedó impregnado de un penetrante olor a pólvora y sangre.

Se dice que para la fecha, 1964, los soldados apostados en el Castillo de San Carlos de la Barra ya no querían cumplir la guardia nocturna, porque a las tres de la madrugada una voz de ultratumba los llamaba desde la oscuridad.

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“O te relevan o te relevo” les decían y cuando ellos se asomaban desde la garita no había más que silencio, soledad y la oscura noche derramada sobre la fortaleza de piedra.

Eddy Delgado, celador nocturno del fuerte y nativo de la Isla de San Carlos, recuerda que en ese año fueron dos los soldados que se quitaron la vida. “Al cabo Ramírez le faltaban 24 horas para cumplir su servicio militar y nadie sabe porqué se suicidó”, relata.

A los meses, otro soldado también se disparó. “Estaba solo y al lado del cuerpo encontraron todas sus pertenecías, acomodadas como si fuera a marcharse, y tenía los ojos llenos de lágrimas”, asegura Delgado mientras levanta la mirada hacia la fortaleza de piedra.

Muertos tapiados en las paredes

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No es para menos, el Castillo de San Carlos de la Barra encierra en sus paredes más de tres siglos de misterios. Fue construido entre 1679 y 1683, para resguardar la entrada a Maracaibo de los piratas.

Para su edificación se trajeron de África 400 esclavos, quienes recibían como único alimento agua salobre y ajo. Muchos de ellos enfermaron y murieron, pero sus cuerpos no recibieron cristiana sepultura, sino que quedaron tapiados entre los muros.

“Cuando se inició la reconstrucción se encontraron huesos, cabello, uñas y dientes dentro de las paredes”, explica la guía Luz Morales, quien durante 10 años se dedicó a orientar a los turistas dentro del Castillo.

Ella niega haber visto o escuchado manifestaciones extrañas, pero sabe de algunos visitantes que, luego de tomarse una fotografía, pudieron apreciar en la imagen una sombra blanca detrás de ellos.

Los 19 calabozos y el cuarto del olvido

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“Si hay fantasmas y muchos”, afirma el celador Delgado. Él mismo vivió el terror de escuchar los gritos de dolor y los golpes que salían del calabozo número tres.

“Era de madrugada. Mi compañero de guardia se había ido a dormir y yo hacía la ronda de rutina, cuando sentí clarito los gritos de un hombre. Me asusté tanto que me lancé al vacío desde la plataforma”.

San Carlos de La Barra también sirvió de cárcel en los gobiernos de Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. En sus 19 calabozos cientos de hombres fueron torturados, así como en las fosas donde los presos políticos morían ahogados.

Muchos habitantes de San Carlos aún recuerdan “el cuarto del olvido”, donde un prisionero estuvo castigado con una gota de agua que le caía en la cabeza hasta que falleció.

La esposa de un capitán también murió de manera extraña dentro del castillo. Dicen que en las noches de luna la silueta de la mujer pasea por el terraplén, mientras su túnica blanca se agita con el viento que sopla desde el golfo y el ruido del mar ahoga su llanto.

Zapara y sus oscuros misterios

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En la isla de Zapara, a pocos minutos de San Carlos, se encuentran las ruinas de lo que fue el Fuerte de Santa Rosa de Zapara, construido entre 1712 y 1714.

En lo que podría llamarse el centro de la isla, de los montículos de arena sobresale una torre, bordeada por los restos de una pared de piedra de ojo y caliza, construcción a la que todos llaman El Torreón.

El marinero y maestro Francisco Rodríguez, mejor conocido como “Piñita”, conoce de cerca los misterios del torreón. “Los piratas Morgan y Pedro El Picardo tomaron el fuerte y fue allí donde se enfrentaron a las tropas españolas”.

El docente relata que “cuando lograron huir, los bucaneros cargaron con todo lo que pudieron, pero dejaron un cofre lleno de joyas enterrado entre los muros”, narra y asegura que, durante años, muchos quisieron desenterrar el tesoro de los filibusteros.

Las 13 presencias del Torreón

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“En el torreón hay 13 presencias y algunas personas con facultades pueden verlas. Si alguien se sienta durante un rato, solo, dentro de la torre, puede sentir como si estuviera rodeado de gente”, comenta el maestro y agrega que toda la isla está llena de ese misterio que irradian las ruinas de piedra.

Los fantasmas de soldados y piratas se pasean por el poblado y toman las figuras más caprichosas: un perro que camina al lado de las personas durante las noches sin luna y que luego se transforma en humano, una niña que se cruza por los patios de las casas y desaparece, una multitud que camina en procesión por la orilla del mar al amanecer y un negro gigante que resguarda el puesto policial de la isla.

“La mar es muy caprichosa”, sentencia Piñita luego de un silencio reflexivo. “Bien lo decía mi padre, es mejor caminar por un cementerio de noche, que por la orilla de una playa”.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografías: Archivo

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