Maorí, un bar tiki que nace con la visión de “aprovechar lo que hay”
Diego Álvarez tenía un sueño. Una idea de abrir un local propio, donde pudiera poner en práctica toda la experiencia recopilada durante años de apalancar a otros en el negocio de la gastronomía, la coctelería y la restauración. Esa utopía se hizo realidad y se llama Maorí.
Pero decirlo resulta rápido y sencillo, aunque para Diego y su ojo experto la empresa se hizo, sino fácil, al menos rápida. Maorí es una pizzería y bar Tiki que se estructuró en mes y medio, apuntalada por la filosofía de la cultura tiki, que se trata, en pocas palabras de “aprovechar lo que hay”.
Diego es un consultor gastronómico con más de 40 locales aperturados en su haber. Además es cocinero, bartender, sommelier y runmelier de Venezuela, entre otros estudios y certificaciones que avalan sus conocimientos. También se desempeña como coordinador de Academia Bar Gourmet.
“Mi socia es Susan Tavera, presidenta y fundadora de la academia. Nosotros teníamos esa inquietud de trabajar juntos e incluso yo le tenía el ojo puesto al local desde principio de año”, explica Diego y admite que pensó que estaba fuera sus posibilidades.
Una idea que nació del aprovechamiento
Por cosas del destino, alguien le habló de ese lugar, ubicado en el corazón del centro comercial del edificio Centro Norte, en plena avenida Bella Vista, donde antiguamente funcionó una panadería y un café.
Diego pasó a revisar el lugar y en un rápido vistazo y conteo de lo que ya tenía en el sitio, armó un concepto “resolvedor” y atractivo. Tanto así, que la dueña del local no pudo negarle la oportunidad.
“Es una Tiki House, un lugar versátil, desenfadado, donde la gente venga a relajarse y a tomar buenos cocteles, comer pizza, hamburguesas, conversar, pasarla bien y sentirse como en familia”, admite Diego.
¿Qué es la cultura Tiki?
Tiki es un movimiento que surgió en los años 30 en Estados Unidos, inspirada en la cultura de las islas de la Polinesia. Se asocia sobre todo con un tipo de bares donde se sumerge a los usuarios en la cultura polinésica a través de ambientación, música y cócteles exóticos.
Comenzó en Estados Unidos con la apertura de Don The Beachcomber, un bar temático sobre la Polinesia. El dueño era Ernest Raymond Beaumont-Gantt, un joven de Luisiana que había navegado por todo el Sur del Pacífico.
En el bar servían cócteles exóticos a base de ron en vasos con forma de tótems, con una decoración de antorchas de fuego, muebles de mimbre y telas de colores brillantes.
En 1937, Víctor Bergeron, más conocido como Trader Vic, adoptó el estilo para su restaurante en Oakland, que con el tiempo creció hasta convertirse en una cadena en todo el mundo.
La esencia del concepto Tiki
Cuando Diego pensó en abrir una Tiki House, apuntaló su idea en varios conceptos. Primero, que los bares Tiki en estados Unidos se “armaban” con lo que había a la mano, porque obviamente, no estaban en la polinesia para tener todos los elementos necesarios.
En su local Diego contaba con un espacio cerrado pequeño, pero un área abierta amplia y con mesas y parasoles enormes. Aún en las horas de más sol, el lugar se mantiene fresco y sombreado, porque el edificio le sirve de rebotador y la brisa hace remolinos de frescura.
La ubicación estratégica convierte a Maorí en un espacio que a la vez está al aire libre, pero aislado del bullicio de la calle y del tránsito. Realmente el lugar es tan agradable que provoca quedarse durante horas.
Por ser una panadería, el local posee un horno. A Diego se le encendió “el bombillo” de inmediato, hacer pizzas, tequeños horneados, pan y todo lo que se pueda cocinar en esa versátil estructura.
Por las bebidas no hay problema. Diego cuenta con mucha experiencia en el área y también tiene sus recetas originales y misteriosas como los cocteles Tiki, que nadie sabía que contenían, porque los rones eran especiados para atenuar su sabor.
El menú versátil de Maorí
Maorí es un laboratorio que apenas comienza. El menú está en elaboración, pero ya cuenta con pizzas especiales de la casa como la hawaiana, con plátano, pernil y piña, que se hornea previamente envuelta en hojas de bijao.
Las bebidas son refrescantes, con base de té, especias y frutas tropicales. Y el ambiente es relajado, acogedor, un servicio afable y cortés, donde el cliente “es un amigo que llega de visita a la casa”.
“Queremos recibirlos con un collar de flores, un coctel de bienvenida y una sonrisa, que la gente se sienta en familia”, expresa Diego y lo reafirma de vez en vez, cuando se pasea entre las mesas, saluda y se preocupa en indagar “como podemos hacer que su próxima visita sea aún mejor”.
Redacción: Reyna Carreño Miranda
Fotografía: Instagram