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Monumento a la Chinita espera un “milagro” en medio de la intervención

Lo que en un momento fue un espacio de encuentro y esparcimiento para los marabinos, poco a poco se convirtió en un lugar inhóspito, sucio y deteriorado por la mano del tiempo, del hampa, de la desidia y de quienes disfrutan al dañar el patrimonio común.

El Monumento a la Chinita se ahoga en medio de la basura y el deterioro. Los pisos de mármol, que cubren los mil 200 metros de largo y 25 metros de ancho, antes se limpiaban a diario y se pulían con máquinas especiales, ahora están manchados, colmados de agua sucia y grietas.

Las fuentes, que ofrecían un espectáculo de agua y luces, están secas, llenas de basura y con pozos de un líquido verde y maloliente. Las estructuras se caen a pedazos al igual que las costras de pintura podrida y deteriorada. Y las bancas enormes se consumen a merced del óxido, el agua y el sol.

Las lámparas que iluminaban el lugar fueron robadas, al igual que el cableado que alimenta de energía eléctrica a la plaza. De noche es un riesgo permanecer en el lugar y sus alrededores, por las incursiones del hampa.

De la construcción, que fue inaugurada en el 2004 por el exgobernador Manuel Rosales, no quedan sino un recuerdo. El abandono en el que se encuentra atrae a la delincuencia y la contaminación se apodera de ella. Ya no tiene dolientes.

monumento a la chinita

Una vida que transcurre junto a un árbol

José es un visitante cotidiano de la plaza. Él es un indigente que tomó como hogar uno de los árboles plantados dentro del Monumento, allí guinda sus bolsas con trozos de tela, ropa vieja, envases plásticos y frutas descompuestas.

Con dificultad explica que duerme allí, escondido detrás de la cerca, donde las hojas secas le proporcionan un “colchón mullido”. Allí defeca y se baña de vez en cuando, si la lluvia le regala algún pozo de agua dentro de las fuentes abandonadas.

El lugar que frecuenta José está atestado de basura, papeles, botellas plásticas, envoltorios de comida y retales. El hedor es inaguantable, pero para el hombre, de unos 50 años, representa un refugio en medio del total abandono.

Quedarse un rato, un riesgo para cualquiera

En general el lugar se encuentra desolado. Pocos transeúntes cruzan a través de la plaza, pero apuran el paso y evitan las áreas internas. Josefina va atareada por el ala que da a la Calle Derecha y casi no se detiene para responder.

“No mija, yo casi no paso por aquí. Me da miedo. Tú ves esos tipos en las bancas, son malandros. Allí fuman droga y esperan que pase alguien para quitarle lo que lleve, así sea una mano de guineo”, comenta y sigue.

Carmen trabaja en una zapatería cercana. La mujer de 32 años dice que a la plaza “se la está comiendo el abandono”. Que solo sirve para que los delincuentes se protejan y la gente “eche la basura de los negocios”.

monumento a la chinita

El Monumento a la Chinita espera que alguien lo recupere

En medio del proceso de intervención y recuperación del casco central, el Monumento a la Chinita espera un “milagro” que le devuelva parte de su esplendor, para volver a ser un lugar acogedor y turístico.

En una oportunidad, la arquitecta Anaydeé Morales, expresidenta del Centro Rafael Urdaneta (CRU), sostuvo que el proyecto contó con 20 baños para el servicio de los marabinos, que se encuentran cerrados y malolientes.

El mismo día de su inauguración se creó la Brigada Chiquinquirá de la Policía Regional. Su función era resguardar a los visitantes, las instalaciones de la plaza y los alrededores del circuito religioso que comprende la Basílica, la iglesia Santa Bárbara y la Catedral, algo que se perdió a través de los años.

Luis, habitante de la parroquia Chiquinquirá, manifestó su descontento: “Aquí de noche da miedo pasar porque esto está a oscuras, la brigada que estaba antes trabajaba todos los días, de 8.00 de la mañana a 8.00 de la noche, pero hace mucho que dejó de funcionar”.

Mientras, la enorme estatua de la Chinita, permanece allí, serena, inmutable. Y San Sebastián continúa con los brazos abiertos, observando al cielo, con ese gesto de clamor eterno. Por cierto, a la estatua del patrono de Maracaibo le quitaron dos flechas…

 

Redacción y fotografías: Reyna Carreño Miranda

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