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La Plaza Baralt: ¿Tesoro patrimonial o trampa de turistas?

La historia de la Plaza Baralt no es materia para un reportaje periodístico sino de un robusto libraco pleno de fechas anécdotas y fotografías, pero lo que sí podemos condensar en estas líneas son las razones por las cuales este espacio ha permanecido sub aprovechado desde el punto de vista turístico y económico.

Los zulianos que viajan a Cartagena de Indias, Lima o Bogotá con frecuencia sienten una sobrecarga emocional entre asombro y frustración al ver cómo estas ciudades han sabido aprovechar el legado arquitectónico y cultural de sus cascos históricos, que comparten el mismo ADN que las zonas más antiguas de Maracaibo. Entonces, ¿qué impide que nosotros hagamos lo mismo?

A diferencia de otras áreas del centro que han sucumbido bajo la aplanadora del progreso, la avenida Libertador frente al malecón y las calles Comercio y Colón reúnen una sorprendente cantidad de edificaciones de estilo colonial que han sido preservadas en buena medida por el hecho de haber permanecido sepultadas bajo un alud de caos y buhonería, como un tesoro olvidado.

Batalla por el orden

No han sido pocos los proyectos y esfuerzos que las distintas gestiones municipales y regionales han intentado ejecutar para tratar de exhumar estos espacios, pero las décadas de anarquía y poderosos intereses económicos y políticos, han hecho que las autoridades se abstengan de patearle el hormiguero a las mafias criminales y sectores populares que conforman la marabunta informal que coloniza todos los espacios del centro.

Por ser uno de los núcleos de mayor tradición de la ciudad, la Plaza Baralt se ha transformado a través del tiempo en el campo de batalla predilecto entre paladines del urbanismo y un despelote comercial que no da tregua con su infantería de tarantines y carretilleros.

Para complicar aún más la cosas, el hampa merodea incesantemente estos predios como los buitres que sobrevuelan un terreno ensangrentado tras un encarnizado combate. Ellos son los únicos vencedores de esta guerra sin cuartel que deja flancos abiertos por la falta de continuidad administrativa en la Alcaldía y la Gobernación.

El templo del Convento (donde nació la Universidad del Zulia), la Botica Nueva que asombró a los marabinos como el primer rascacielos de la ciudad, la estatua de bronce de escritor Rafael María Baralt, el lujoso Hotel Victoria, los edificios McGregor, Tito Abbo, Beco, la terraza del Club Alianza y Concordia, el Registro Público, el primer Colegio de Abogados, el antiguo mercado municipal (hoy Mueso Lía Bermúdez) y el Castillo de las Telas (primera sede de tiendas Fin de Siglo), son solo algunas de las localidades que confluyen en la explanada de granito que durante los años 1600 fue una calle de tierra, ruta del tranvía a principios de siglo y una agitada arteria vial en los 50’s y 60’s.

Originalmente se le llamó Plazuela de El Convento, luego Plaza de la Convención y Plaza de la Conversación. Fue el lugar que vio a un hombre ascender por primera vez a los cielos a bordo de un globo aerostático y donde la gente acudía para enterarse de las noticias e intercambiar opiniones antes de que existieran las redes sociales.

Rescate inconcluso

En septiembre de 2013 el decreto presidencial 373 declaró el casco histórico de Maracaibo como Zona de Interés Turístico, lo cual sirvió de base para que la Gobernación de Zulia, encabezada por Francisco Arias Cárdenas y el Centro Rafael Urdaneta (CRU) iniciaron una restauración completa de la plaza y sus edificios.

El proyecto ameritó más de 50 reuniones entre el Ejecutivo Regional y los comerciantes para poder avanzar en las obras de reordenamiento y rescate. Gran parte de los tarantines fueron transformados en kioskos octogonales con forma de tranvía para armonizar con el contexto histórico y se implantó un esquema de patrullaje policial para mejorar la seguridad.

Gustavo Pérez, presidente del CRU para la fecha, explicó que era la primera vez que se acometía un proyecto de esa magnitud en el casco histórico, el cual no solo apuntaba a un reacondicionamiento estético del espacio sino a recuperarlo para el disfrute de la ciudadanía.

Desafortunadamente las obras que se prolongaron hasta mediados del 2015 al poco tiempo comenzaron a deteriorarse por la falta de supervisión de las autoridades e inconciencia de los usuarios.

A merced del hampa

Joan Maldonado, propietario desde hace 17 años de la Óptica Optivisión Adela, situada justo al lado de la estatua pedestre de Baralt, considera que la intervención del CRU se quedó corta ya que no hubo seguimiento. Al poco tiempo los mismos comerciantes informales con las ruedas de hierro de sus tarantines comenzaron a estropear los pisos que habían sido reparados.

El comerciante destaca que aunque la plaza luce atractiva y todavía llama la atención, se ha convertido en una trampa de turistas. Con frecuencia los ladrones que abundan en el sector aprovechan la ausencia de resguardo policial para atracar a quienes visitan o trabajan en el lugar.

“Yo tuve que comenzar a dejar el carro en la casa porque antes lo estacionaba en el canal que pasa frente al local y casi me lo roban. En los últimos meses se han llevado varios vehículos y hace poco se metieron en la sede de Gina”, explica Maldonado, al recalcar que se ha implantado una nueva modalidad donde los delincuentes trabajan a sus anchas, rompen las santamarías y  vitrinas para después saquear los comercios.

Yuleida Fernandez, quien atiende uno de los kioskos con forma de tranvía desde diciembre, señala que la afluencia de turistas ha caído drásticamente por miedo a la criminalidad. La clientela también escasea, hasta el punto que en carnavales el lugar parecía un desierto.

Defensores del patrimonio cultural aseguran que para recuperar el casco histórico se necesita una intervención urbana de gran magnitud, que pasa por transformar la calle frente al malecón en un área peatonal, y conectar las vías de Haticos y El Milagro con un puente de 1 Km de longitud que obligue al comercio informal a desplazarse hacia otras áreas y así aprovechar turísticamente la zona.

Sin lugar a dudas, la Plaza Baralt y la avenida Libertador tienen tanto potencial como la ciudad amurallada de Cartagena, pero requieren de un cambio cultural en la población y las autoridades que acompañe a los emprendimientos que podrían surgir en ella con algo de determinación y voluntad política. Es el momento de actuar.

 

 

Redacción y Fotografía: Luis Ricardo Pérez P.

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