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En Babilonia Restaurant el amor al trabajo se “sirve en bandeja”

En Babilonia, una de las páginas del menú tiene una frase poderosa: “La cocina de Babilonia Restaurant sabe a mujer”. Es cierto, este negocio fundamenta sus bases en una cultura matriarcal de amor a la gastronomía, a las raíces culinarias y al amor transformado en alimento.

Según el texto, desde 1989 el restaurante ofrece una propuesta culinaria de tradición, que es inspiración, pasión y expresión de una mujer emprendedora de origen sirio, quien apostó por crear deliciosos platos haciendo honor a sus raíces árabes.

“Es mujer luchadora y visionaria que apuesta por el crecimiento de sus sueños.  Para ella la cocina más que un trabajo, es una manera de unir a la familia, preparar y servir la comida. Es un gesto de amabilidad y respeto para sus invitados”.

Toda esta poesía que acompaña la lista de platos que se sirven en Babilonia Restaurant, cobra vida en el relato de Amalia Kaisso de Salloum, la fundadora de esta empresa familiar que formalmente cuenta con 30 años, pero que se inició hace más de 40.

Una vida detrás de los fogones

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“Comencé a trabajar en Babilonia a los 30 años y ahora tengo 71”, puntualiza doña Amalia, para dejar claro que su restaurante tiene unas bases bien sólidas dentro del erario de la gastronomía local.

Se acomoda plácida en uno de los puestos del salón, que a esa hora, 6.30 de la tarde, está vacío porque ya concluyó la jornada. Lleva puesta aún la filipina negra de trabajo, el pelo trenzado a los lados y una sonrisa de complacencia por un día más de labor cumplida.

“Mi mamá tenía un restaurante en los Haticos, detrás del Terminal. Era un restaurancito chiquito, donde ella vendía comida criolla y algunas cositas árabes”, comenta y asegura que allí comenzó a cocinarse su amor por la comida.

“Me casé, pero a mi esposo no le fue bien, entonces nos fuimos a Caracas por cinco años y luego regresamos a trabajar acá como turcos vendiendo cosas. Pero a mi se me ocurrió la idea de abrir un restaurante”.

Amalia cuenta que su primer local se llamó Lucy y estaba ubicado en la calle Doctor Portillo con la avenida 9. “La dueña era una señora que se llamaba Lucy y le vendió el restaurante a un paisano y el paisano me lo vendió a mí”.

Marca nómada que mantiene su esencia

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Justo al año, el dueño de la propiedad vendió todo el terreno y Amalia tuvo que dejar su negocio. “La señora que compró me aseguró que no me iba a sacar, pero me mintió. El mismo día que firmaron los papeles, me dijo ‘yo te engañe no quiero que te quedes’”.

Sin embargo, frente al local había una casa donde vivían unos extranjeros que estaban próximos a regresar a su país. “El dueño habló conmigo y me dijo, ‘si quieres yo te entrego la casa, tumba las paredes de los cuartos y haces el restaurante’. Así hice y le cambié el nombre por Babilonia Restaurant”.

La marca Babilonia tiene la virtud de adaptarse a los cambios y mantener su esencia gastronómica. «Cada vez que comienzo a tener éxito en un restaurante me sacan… El último, antes de esta sede, estaba en la avenida 9B con calle 75. Ahí estuve 11 años”. Ahora Babilonia está, desde hace dos años, en la calle 77, 5 de Julio, entre avenidas 13 y 13A.

“De todo un poquito” para complacer

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Desde que abrió el restaurante Lucy, doña Amalia se dedica exclusivamente a preparar comida árabe. La “especialidad de la casa” no es un plato, sino un bandeja donde se sirve todo en menú en porciones pequeñas y coloridas.

“La bandeja la inventamos mi hija y yo. La gente llegaba y me decía ‘señora, yo no tengo mucho dinero pero quiero probar todo. Porque en ese tiempo, la gente no conocía mucho la comida árabe y quería probarla”.

Para complacer a su clientela, un día se plantearon la posibilidad de servir en un solo envase un poco de cada cosa. “Probamos con un plato, pero no cabía, así que vimos la bandeja y servimos allí, jugando con los colores y la gente quedó impactada”, aporta Gema Salloum, hija y mano derecha de doña Amalia.

Poco a poco, la noticia de aquella bandeja tentadora fue regándose de boca en boca, hasta que la clientela rebasó la capacidad del local. “En Lucy llegó un momento que no daban abasto las siete mesas y la gente hacia cola afuera para esperar el turno para comer”, recuerda Amalia.

El concepto de la bandeja surgió como un plato para compartir entre dos personas, pero las necesidades de los clientes transformaron el platillo en cuatro versiones diferentes: para una, dos, tres y cuatro comensales.

Babilonia Restaurant: comida y amor

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La tarde languidece y arroja sus últimos rayos de luz a través de la ventana. “Yo fui haciendo mi clientela, pero mi mejor clientela se fue del país. Ahora tengo trabajo, pero antes tenía más, aunque siempre abrimos de 12.00 del mediodía a 6.00 de la tarde”, comenta, mientras observa el atardecer por el cristal.

Ese negocio es su vida. Lo construyó junto a su madre, su hermana, su otra hija Marisabel Salloum, sus hijos varones y sus esposas y ahora tiene al menos seis empleados que la apoyan. Sobre todo porque hace poco abrieron una carta de comida criolla.

¿Señora Amalia, cuál es su secreto? “El secreto de la sazón de Babilonia Restaurant es el amor al trabajo y la comida fresca, porque aquí no vendemos comida de un día para el otro. Además, yo no puedo vivir sin trabajar, me enfermo en la casa”.

Se alista para levantarse, porque siente que ya la conversación está por extinguirse, pero antes deja una reflexión importante: “Así fue mi mamá, terminó de hacer los tabaquitos y le dio un infarto… De la cocina al entierro”.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografías: Norge Boscán

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