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La Book Shop, el “consulado cultural” de Maracaibo quedó para el recuerdo

Todo en la Book Shop habla de inmigración. Desde su nombre anglosajón hasta sus primeros propietarios. La venta de periódicos extranjeros —el  Daily Telegraph, de Inglaterra; el New York Times, de Estados Unidos— convirtieron a esta librería en una suerte de consulado cultural. También para los zulianos, que podían conocer el mundo a través de la prensa internacional y de las revistas científicas. Casi un atisbo de lo que sería Internet para las generaciones futuras.

Viviana Escheverds regenta la Book Shop tal como se la conoce desde 1978. Es oriunda de Chile, casada con un argentino exdirector de la Fiat, que luego de su jubilación decidió emigrar a Venezuela para abrir un concesionario de vehículos.

“Yo estaba de ociosa y decía: ‘Dios mío, yo lo que quiero es trabajar’. Y conocí esto una noche. En esa época, los anteriores dueños ya estaban muy viejitos, eran italianos. Mi marido hizo contacto con ellos, que querían venderla. La esposa estaba muy enferma y lo compramos. Y desde entonces he estado al frente”.

La Book Shop ha estado ubicada en la esquina de 5 de Julio con Bella Vista desde 1948. Primero como un kiosco. Sus primeros dueños eran austríacos; los segundos, franceses; los terceros, italianos. “Y luego llegamos nosotros”, narra Escheverds, sonriente, con un inconfundible acento chileno.

Revistería

Escheverds cuenta que el local ha cambiado totalmente en los últimos 39 años, porque la Book Shop en principio importaba revistas de Francia, Alemania, España e Italia. También los periódicos internacionales. Venezuela, sin duda, también era otra.

“En esa época Pan Am llegaba a Venezuela todos los días a las 6:00 de la mañana y nosotros retirábamos el Wall Street Journal, el Miami Herald, el New York Times. Eso ya murió. Pan Am no existe y luego las revistas dejaron de existir porque todos los importadores se fueron, menos los franceses que están colgados con la embajada francesa. Y ellos me dijeron que la revista más barata, al cambio, me sale en 300 mil, 400 mil bolívares”.

La librería, realmente, era una revistería. Así la recibió Escheverds y así la administró durante al menos tres décadas. Fue la precaria situación económica la que la obligó a introducir la papelería como principal fuente de ingresos.

“Ya la revistería murió. Se fueron todos”.

Libros, también quedan pocos. Cada vez llegan menos y, cuando llegan, son demasiado costosos.

“Antes la gente se llevaba muchas revistas científicas para aprender, pero también de hobbies: veleros, carros. Y yo creo que no tenían veleros, pero amaban eso. Venía mucho profesor. Había revistas muy interesantes de Historia, de Política. Pero desde hace 10 u 11 años que no han vuelto las revistas. Pero creo que es a nivel mundial. Estamos cambiando. Y pienso que ya la gente casi no lee. En estos últimos seis, ocho años, sobre todo desde la aparición de Internet, cuando aún teníamos las revistas ya se había empezado a vender menos”.

Venezuela

Venezuela, como la librería, también ha cambiado mucho desde 1978. La gente tenía mucho más poder adquisitivo, y eso se traducía a los ojos de Escheverds en mucho entusiasmo y optimismo. “Lo podías ver en la calle. Era lo que yo percibía, por lo menos. Seguramente había muchos problemas, porque lo que está pasando ahorita es un reflejo de que algo se hizo mal y por eso pasó lo que pasó”.

Las evidencias de ese optimismo fueron sus primeros siete empleados. Ganaban 1.500 bolívares —“que era una tontera a lo mejor”, supone Escheverds— y con ese sueldo edificaron sus casas. Pero también sus hogares.

“Venía un turco cada 15 días y les vendía todos los objetos que ellos compraban para el dormitorio, la cocina, el lavarropas. Lo fueron haciendo todo de a poquitito y los chicos instalaron sus casas con eso”.

Escheverds es del centro de Chile, pero nació en un poblado de la cordillera de Los Andes, donde sus padres poseían unas tierras. Si algún día tuviese que emigrar de nuevo, no sería hacia su patria.

“Chile a mí me ahoga, es chiquitito, flaquito. Si miras a un lado, ves la cordillera de la costa; si ves al otro, está la cordillera de Los Andes. Siempre me sentía encerrada”.

Quizás Argentina. A Escheverds la fascinó la planicie. Siempre. “Lo que me maravillaba era llegar a estos campos donde se te perdía la vista y no veías ninguna cordillera”.

Su futuro inmediato, sin embargo, está atado a Venezuela, a la Book Shop.

“Yo voy a seguir trabajando hasta donde pueda, pero las cosas se ponen cada día más difíciles. También está el tema del alquiler, nosotros alquilamos, y eso también está difícil. Toda esta cuadra pertenece a la pizzería Napolitana. Vamos seguir, el problema es que la gente no tiene poder adquisitivo”.

 

Redacción: José Flores

Foto: José Flores

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