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Cuántos “comen” del negocio de la venta de gasolina en Maracaibo

¿Cuánto cuesta un litro de gasolina en una estación de servicio marabina? Todo y nada. El valor real del combustible es impagable por su precio ínfimo, pero el verdadero “costo” de la gasolina en Maracaibo está sujeto a otros factores donde confluyen dos males de esta sociedad: la maraña y el abuso.

En realidad, en Venezuela un litro de combustible de 91 octanos cuesta Bs 0,00001 y el de 95 octanos Bs 0,00006. Así que llenar un tanque representa una cifra difícil de pagar, porque no hay monedas de tan baja denominación que lo hagan posible.

Sin embargo, la escasez de gasolina sirvió de abono para el florecimiento de un “negocio” donde “comen” diferentes actores. Las estaciones de servicio marabinas son el escenario de múltiples actividades lucrativas, una especie de centro comercial a cielo abierto, donde uno de los artículos en venta es la honestidad.

Los primeros beneficiarios del “negocio de la gasolina” son los uniformados. Verdes, azules, negros, de camuflaje… todos quieren participar de la vendimia con olor a nafta. Y a diario pugnan por obtener el mejor trozo de la torta.

Le siguen los empleados de la estación de servicio, los trabajadores de los comercios aledaños, los vecinos y todo aquel que se quiera bañar en un “charquito” que no es de agua, sino de gasolina.

El precio por tanquear y no hacer cola

Luis Felipes es “bombero” y labora en una gasolinera en la zona norte de Maracaibo. El surtidor procura estar muy temprano en la estación de servicio, para apartar los puestos que le corresponden, antes de que lleguen los funcionarios.

De a poco, los uniformados lo fueron desplazando y ahora las ganancias que repartía con sus compañeros de faena son muy pocas. “Antes nosotros manejábamos las colas VIP, pero ahora los oficiales son quienes se llevan la mejor parte”.

Felipes asegura que en la bomba donde trabaja a veces hay hasta 20 funcionarios de diferentes cuerpos de seguridad y cada uno con sus “invitados preferenciales”. Reconoce además, que en algunas oportunidades logran negociar, pero la mayor parte del tiempo sus “clientes” quedan para después.

Anais Perozo tiene una historia similar. Ella trabaja en una cafetería dentro de los espacios de una gasolinera y también tiene sus “allegados” que entran sin hacer cola. “A no mijito, yo trabajo aquí y también tengo derecho de meter a mi gente”, le increpa a un soldado mientras le hace señas al conductor de un vehículo para que se orille.

Los puestos preferencias o colas VIP tiene un costo que oscila entre los 10 y los 45 dólares, dependiendo de la cantidad de gasolina que el cliente necesite y del tiempo que esté dispuesto a esperar. En todo caso no más de hora y media.

Cuánto vale un puesto en la fila

Es usual que las colas para surtir combustible se extiendan por kilómetros en las áreas aledañas a las estaciones de servicio. Muchas de ellas son zonas residenciales, barrios y urbanizaciones.

Muchos vecinos “venden” los puestos que ocupan los frentes de sus residencias. Aprovechan la oscuridad nocturna para marcar los vehículos y solicitan un monto de hasta cinco dólares por carro.

Juana Hernández, habitante del barrio Los Estanques asegura que está dispuesta a negociar. “En el frente de mi casa caben tres carros. Yo los dejo meter y me pagan con efectivo o con productos como arroz, harina o cualquier otro alimento. Así nos ayudamos entre todos”.

Igual sucede en las calles que colindan con la estación de servicio Detroit. Los vecinos colocan piedras, troncos y latas frente a sus casas para impedir que los carros se formen y en la noche acomodan a los que pagan el importe por un puesto cercano a la bomba.

Negocios que “florecen” con la gasolina en Maracaibo

Otros “negocios” prosperan a la sombra de las interminables filas de vehículos. Yoendry Medina, de la urbanización San Rafael, saca todos los días su silla y sus implementos de peluquería, con la intención de atender a los conductores.

La cola de vehículos pasa frente a su domicilio, así que mientras tiene servicio de electricidad, ofrece cortes de cabello. Sus tarifas son: con máquina a 10 mil bolívares y con tijera a 15 mil, pagados en efectivo, pago móvil o transferencia.

En la misma urbanización, Miriam Peñalver alquila su baño. “La gente venía a pedirme un permisito para orinar, así que decidí cobrar 500 bolívares por persona y mil si necesita papel higiénico”.

La ama de casa admite que solo ofrece ese servicio los días que tiene agua y que usa el dinero para “redondear” la compra de artículos de limpieza y papel higiénico. “No es mucho, pero algo se hace. Tampoco dejo entrar a todo el mundo, sería un peligro”.

María es una vendedora de café y tiene años frente a una estación de servicio en Bella Vista. La cafesera comenta que ella se encarga de organizar a los “pimpineros” que buscan combustible por bolsa o envase.

“Yo los anoto, les vendo café, pasticas y si me quieren dar propina que Dios les pague”, cuenta y asegura que no cobra por sus servicio. Sin embargo, recibe muchas “propinas” de los clientes, en billetes de diferentes tonos de verde.

A todos estos actores se suman los cepillaeros, pasteleros, agüeros, chicheros y muchos más vendedores de alimentos. También quienes ofertan cargadores de celular para carros, lámparas recargables, cigarrillos y pare de contar. Muchos “comen” del negocio de la gasolina en Maracaibo.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografía: Archivo

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