Educación 

Museo de la Ciudad: una idea que “germinó” en la nostalgia por Maracaibo

La añoranza que le produjo estar lejos de la ciudad, extrañar sus aromas, su temperatura y cada uno de sus parajes llenos de vivencias, sirvió de abono para que Jinderson Quiroz concibiera una idea. Al principio era una necesidad de buscar objetos que le trajeron al presente esas memorias palpitantes que lo apasionaban, luego fue concibiendo un proyecto que hoy tiene nombre y apellido: Museo de la Ciudad.

Este joven de 37 años es el autor del libro 10 Secretos ocultos de Maracaibo, obra que le valió ser nombrado Miembro Correspondiente de la Academia de la Historia del Zulia, además es articulista en varios diarios impresos de la ciudad.

“En los noventa me mudé a Colombia para estudiar allá y la lejanía me pegó mucho. Estuve dos años fuera estudiando y eso me ayudó a apreciar lo bueno que tenemos, toda la riqueza que tiene Maracaibo y que usualmente no la vemos”, comenta el joven que es ingeniero en Computación.

Pero la pasión por su tierra no comenzó en ese momento. “Estudié en el colegio Gonzaga y allí me inculcaron amor por lo propio. Además, toda mi familia es colombiana y se me hacía difícil tener una conexión familiar con mis raíces. Así que cuando iba a buscar relatos de mi tierra y no los encontraba, entonces tenía que ir con mis tíos y otras personas mayores”, explica.

La juventud de Jinderson se desarrolló cercana a los adultos de edad avanzada, quienes enriquecieron con sus relatos el regionalismo innato y el afecto por la historia. De esta manera, cuando regresó al terruño, se dedicó a recolectar “piezas con valor histórico para la ciudad”.

“Lo primero que me llamó la atención fue que muchas colecciones eran privadas y estaban en casas donde nadie podía verlas y apreciarlas, entonces pensé en cómo usar esas piezas como instrumento para que la gente conozca la ciudad y le agarre amor”, asegura.

El primer paso fue recopilar todo tipo de objetos. Cientos de piezas valiosas que llegaron a sus manos a través de donaciones, pero también por “casos fortuitos” o rescates de última hora en una pila de basura. En este trajín, Jinderson se convirtió en una especie de radar para detectar los tesoros más inverosímiles.

“Cuando alquilamos la casa donde vivimos, encontramos sobre un armario una impresora dañada que estaba botando tinta y debajo, como apoyo tenía un cartel de la feria de 1980. Es muy común que la gente bote piezas con valor artístico y cultural, porque desconoce que pueden ser rescatadas y exhibidas”.

Otro ejemplo que relata es el caso de las obras que están en la capilla Santa Ana y que se encontraron en un depósito donde las usaban como alfombras. “En los mercados de corotos hemos encontrado cosas valiosas”, asegura quien también es una especie de “máquina del tiempo”, empeñado en preservar la historia que será legada a las nuevas generaciones.

Una pieza, dos historias

El mundo museístico se mueve entre lo seductor y lo mágico, porque cada pieza tiene dos relatos que contar. Uno de los objetos más atesorados para Jinderson, es una postal de “la soberana marquilla sin par” La Flor de la Habana, “espléndida industria zuliana”, una fábrica de cigarrillos finos fundada en 1889 por don Germán del Gallego y vendida a comienzos del siglo XX a Federico E. Schemel. Establecida en la Calle Bolívar cerca de la Basílica de Chiquinquirá. Su oficina principal de expendio quedaba en el mercado Los Ventorrillos.

“Esa postal me la regaló un señor de 85 años de apellido Pulgar, me impactó por los colores y porque en ella convergen varios elementos, empresa y empuje zulianos, además nos recuerda que en Maracaibo a todo le ponemos música y en su honor, en 1967 el conjunto Saladillo grabó las gaitas La Flor de la Habana 1 y 2, en la voz de Ricardo Aguirre El Monumental”, comenta.

Otros objetos importantes son unos cheques firmados por Humberto Fernández Morán, médico y científico zuliano que creó el bisturí de punta de diamante en 1955. “Los iban a botar. Fernández Morán donó sus cosas personales a La Universidad del Zulia y quedaron en un sótano, de allí alguien los rescató de la basura”.

El museo cuenta también con piezas deportivas, que según Jinderson “van a acercar a los ‘machos vernáculos’ al museo” y enumera, no solo 30 tarjetas autografiadas por reconocidos beisbolistas, sino hasta un banderín del equipo de béisbol Gavilanes de 1953, año del debut de Luis Aparicio.

Todos los objetos que integran el museo serán distribuidos en varias colecciones: la deportiva, Maracaibo, Región e Íconos, Personajes Zulianos y Cotidianidad Zuliana, donde estarán todos los misceláneos que sirven para recrear la vida del marabino, como enseres, juguetes y otros.

Otros “tesoros” que forman parte del Museo de la Ciudad son: un álbum de fotografías de la empresa que construyó el puente Rafael Urdaneta, una colección bibliográfica de más de 200 títulos, fotografías y postales que datan desde 1910, un pedazo del piso original de la Basílica, que fue donado por Marmoca y con un certificado firmado por el sacerdote Eleuterio Cuevas, quien fue presbítero de la iglesia. También hay piezas rescatadas del hotel Granada y del palacete de Loyola, banderines de la primera Feria de la Chinita, un escudo de la Presidencia del Estado Zulia, estampillas antiguas, una colección de botellas que recrea la historia de la empresa cervecera en la región y cientos de cosas más.

En la tercera fase

La primera etapa del proyecto, que consistió en la recolección de piezas, está bastante avanzada, aunque Jinderson reconoce que esta labor es para toda la vida. La segunda fase se centró en formalizar la creación de la Fundación Museo de la Ciudad.

“Aún estamos en el proceso de catalogar las piezas, porque arrumar es fácil, pero a cada objeto hay que hacerle una ficha, con el nombre, las dimensiones y la reseña de cómo se adquirió. El doctor Lombardi, cuando era rector de la UNICA nos ofreció ayuda con un equipo de estudiantes, pero no fue posible, porque no tenemos un espacio físico donde funcione la institución”.

Esta es la tercera parte: conseguir sede para el museo. “No queremos comprometernos con ningún gobierno, porque este es un proyecto concebido para perdurar en el tiempo. Queremos que sea, además de museo, un café y una librería, que ayude a materializar un espacio autosustentable”.

La consigna de Jinderson es ir lento, pero a paso seguro. “Nos gustaría obtener un inmueble en comodato, una edificación con valor histórico para cuidarlo”, piensa y menciona casas como la Quinta Luxor, el Palacete de Loyola, Villa Carmen o algún otro edificio con interés patrimonial y arquitectónico.

“Estamos dispuestos a buscar recursos para recuperarlo de ser necesario, contamos con el apoyo de instituciones públicas y privadas, y de expertos en diferentes áreas referentes a la gestión cultural”, propone.

Sin embargo, a falta de una sede física, Museo de la Ciudad tiene un lugar en las redes sociales, desde donde muestra parte de sus tesoros. Para septiembre tiene prevista la exposición Maracaibo en 40 Objetos, que será en el Ateneo Bellas Artes, todo con la finalidad de dar a conocer el proyecto, buscar manos que colaboren y solicitar donaciones de piezas históricas.

Las ideas son muchas: hacer kit con información, como una especie de cápsula del tiempo, para llevar a los colegios y dar talleres a los niños; utilizar espacios de los hoteles de la ciudad para montar galerías itinerantes, todo es posible cuando el motor que mueve las ganas es el amor por lo propio.

Contacto:

@museomaracaibo

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografías: Cortesía Museo de la Ciudad

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