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¿Cómo era la «movida comercial» en la Maracaibo de antaño?

Cinco locales que se quedaron impresos en la memoria de los marabinos del siglo pasado, retratan la movida comercial en la Maracaibo de antaño. Fueron grandes negocios, prósperos y reconocidos por la ciudadanía.

Sin embargo, el transcurrir del tiempo, la modernidad, el caos económico y la migración terminaron por desaparecer estos vestigios de una ciudad que se destacó por la excelencia de los productos que se ofertaban en sus tiendas.

Botica Popular, más de un siglo de alivio

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En el transcurso de más de cien años, fueron muchas las bolsitas de Pentro, las latas de mentol y los paquetes de alcanforina que pasaron por el mostrador de la Botica Popular.

Fundada a principios del siglo XX, por Domingo Bijarro, el edificio permanece en la misma esquina de la calle Comercio, pero sus puertas de madera se cerraron, su mostrador de baldosas y hierro torneado desapareció, al igual que el piso que asemejaba un tablero de ajedrez.

Fue una de las primeras farmacias que tuvo la ciudad, junto a las boticas Alemana, Inglesa e Italiana. Cada una de ellas tenía un sinnúmero de especialidades patentadas: panaceas, emulsiones, elixires y jarabes.

La Botica Popular era especialista en preparaciones para combatir la tos, la flema y el asma, como el famoso Lob Blanco y Los Tres Aceites, mezclas que prometían descongestionamiento total de las vías respiratorias.

También fue un importante distribuidor de cosméticos y perfumería, productos como los Polvos Sonrisa, el Alcoholado Antillano y el “Brylcreem”, se exhibían en los amplios anaqueles. Todo un exponente de la movida comercial de la época.

Los empleados más antiguos del local aseguraban que el expendio de medicamentos pasó por varias administraciones: Hermes Sánchez, Saulo Abreu y finalmente estuvo bajo la gerencia del doctor Alfonso Montiel y de Esilio Pirela.

Ubicación: Esquina calle 99 (Comercio) con avenida 8.

El almacén Ciudad de México estaba a la cabeza

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Fue uno de los pocos comercios de la Plaza Baralt que se conservó intacto hasta finales de los 2000. El Almacén Ciudad de México, fundado por Jorge Thomas en 1943, se mantenía como la única sombrerería de la ciudad y lugar donde aún se distribuían los famosos sombreros Borsalino.

También se podía encontrar en las estanterías de madera, gorras, cachuchas, sombreros mejicanos y cualquier tipo de accesorio que sirviera para cubrir la cabeza.

Antaño, todos los patiquines de Maracaibo visitaban la tienda, para adquirir los representativos sombreros blancos con cintas de colores. Sus últimos dependientes fueron, Eddy y Jorge Thomas.

Los herederos de la singular tienda se jactaban al decir que conservaban la clientela de siempre y “muchos de los compradores venían de la Alta Guajira para adquirir la mercancía”.

Con esto dejaban por sentado que Ciudad de México seguía coronando con elegancia a los marabinos, función que cumplió durante casi 70 años, como parte de la movida comercial marabina. Hoy la tienda está cerrada y sobre la santamaría oxidada se lee la sombra de lo que fue su nombre.

Ubicación: Calle 99 (Comercio) número 6-71.

Optica Rincón era una mirada a los recuerdos

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A pesar del correr de los años, la Óptica Rincón continuó de pie y con la vista al frente más allá de 2008. El propietario y gerente del lugar, Iván Rincón, aseguraba que su negocio fue el cuarto de ese estilo en la ciudad, allá por 1957, cuando un par de anteojos nuevecitos costaban 120 bolívares.

Ubicada en la avenida 5, antes Urdaneta, La Óptica Rincón vió pasar generaciones de ojos frente al equipo del optometrista. Lentes con montura de pasta, de carey, de plástico y de metal, pendían de las vitrinas dispersas por todo el local, donde parecía que el tiempo esta congelado por casi cinco décadas.

“Por aquí (en el centro de la ciudad) habían muchas ópticas, pero ya quedamos pocos en el negocio, por que las grandes cadenas tienen más promoción. Pero yo sigo en mi negocio y le hago trabajos hasta a las ópticas vecinas”, comentó Rincón en 2005 durante una entrevista.

Para el optometrista, el secreto estaba en ofrecerles calidad al cliente y hacer las cosas con profesionalismo. Para él, todo dependía “del cristal con que se mire”. En la actualidad, la tienda aún existe, pero está cerrada.

Ubicación: Avenida 5, antes Urdaneta, sector Plaza Baralt, número 97-28.

Sastrería Unión dió la talla en la movida comercial

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De casimir, de gabardina o de lino, Rafael Robles confeccionó miles de trajes durante más de 50 años en la Sastrería Unión. Clavado en plena Calle Carabobo, el local mantenía ese tinte doméstico de otros lugares destinados a la confección de ropa en la década de los sesenta.

Conocido como el sitio de las sastrerías, en esa ala de la Calle Carabobo existían otras casas de confección, algunas que estuvieron activas hasta hace pocos años y otras tantas que viven en el recuerdo de los marabinos.

Durante el auge del traje hecho a la medida, Sastrería Unión fue una de las más solicitadas por las damas y caballeros amantes del buen vestir. Posteriormente, cuando las grandes cadenas de almacenes introdujeron la ropa por tallas, estos talleres comenzaron a realizar “arreglos”, como pinzas, ruedos y alforzas, intentando entallar a la contextura local las indumentarias de corte americano.

Rafael Robles recordaba que, en aquellos tiempos, la elaboración de un vestido costaba 50 bolívares y de un pantalón entre 10 y 15 bolívares. Los arreglos tenían diversos precios, pero los más económicos se cotizaban en un bolívar.

“Ahora la cosa cambiaron un poco, pero los clientes siguen buscando los atributos y la distinción de un traje hecho a la medida”, decía Robles cuando aún su sastrería era una de las más famosas de la movida comercial en Maracaibo.

Ubicación: Calle Carabobo entre avenidas 6 y 7.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografías: Ana Viloria (2005)

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