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Mineros del bitcoin enturbian mercado de alquileres para engordar inversiones

El bitcoin es la criptomoneda de moda en Maracaibo, Zulia, Venezuela, Latinoamérica y parte del mundo. Pese a no poder tocarse ni resguardarse en las bóvedas de banco central alguno, la población la usa como una especie de escudo protector que, aunque sea invisible y no ofrezca garantías, representa un activo de valor para protegerse de una inflación que en Venezuela pulveriza la moneda con la efigie de El Libertador.   

El salto del bolívar durante el mes de septiembre de 2016 hasta este septiembre es un lanzamiento al vacío. El paralelo pasó en un año de 1024.89 bolívares a 29.141 bolívares. La crisis monetaria viene moliendo el bolívar de manera progresiva y entre los jóvenes, principalmente quienes asumen el vértigo como una apuesta para ganar dinero, aumenta la potencia del riesgo de caer presos o ir a la quiebra: venden carros, electrodomésticos, enseres y hasta casas por anotarse en la inversión.

El desplome del bolívar es una especie de lámpara en un mundillo de inversores que se llenan los bolsillos hipotecándose para comprar luego antiminer, una computadora importada que cada 24 horas genera 36.000 satochis. ¿Qué es un satoshi? La división más diminuta de un bitcoin. La moneda electrónica libre y descentralizada, basada en el intercambio de información mediante redes P2P, alimenta el mercado financiero cotidiano.

No resulta tan etérea como parece. La criptomoneda tiene algunas ventajas importantes. Se pueden hacer transacciones con ella y cambiarla por dólares, euros, pesos, yenes y hasta por el maltrecho bolívar. El pensamiento matemático es determinante para adentrarse en este universo de algoritmos computarizados. 1 bolívar vale menos que 1 satoshi. El precio de un bitcoin es de 4.250 dólares, por lo que un satoshi vale $0,00004 dólares. Entonces, un bolívar, a cambio extraoficial, equivaldría a 0,00003571 dólares.

Los datos son tomados de LocalBitcoins, una plataforma que los venezolanos utilizan para convertir bitcoins a bolívares y saber cómo se mueve su dinero.

Alquileres completos

En el Zulia, el movimiento del selecto grupo de mineros del bitcoin se multiplica de manera clandestina. En China se crearon las primeras granjas mineras y se extendieron progresivamente por todo el mundo desde el 2009. Ya en Venezuela comienzan a proliferar galpones, edificaciones, casas y habitaciones en alquiler. “A mí un primo me ofreció 500 mil bolívares al mes porque le dejara instalar seis máquinas y un aire de 24 BTU en uno de los cuartos de mi casa”, cuenta José Ignacio Pérez, nombre ficticio. A finales de julio le hizo el ofrecimiento. “No lo acepté. Aquí vivo con mi esposa y tres niñas. La cuerda siempre se rompe por el lado más delgado. No me perdonaría que llegaran petejotas o funcionarios del Sebín y me sacaran esposado delante de ellas”, añade el contador público de oficio.

El padre de familia de 26 años, sin embargo, acaba de invertir en una computadora. Vendió una laptop, una lavadora y su Matiz para conseguir la mitad del dinero. Hace un mes quedó desempleado. La empresa en la que trabajaba cerró sus puertas. Un amigo de la infancia buscó la otra mitad. Su cuñado es el mánager de ambos. “Hemos visto apartamentos completos llenos de antiminers. Además de la refrigeración especial, quien ocupa el inmueble procura colocar música a un volumen relativamente alto. Es que las máquinas hacen un ruido considerable”.

Y sus temores son fundamentados. La minería es una actividad ilegal en Venezuela. Es bueno refrescar cómo se gesta el proceso tecnológico. Para obtener un bitcoin es necesario que una máquina con una tarjeta de video sumamente potente trabaje con alta corriente de energía para descifrar los diferentes códigos secretos, producto de complejas operaciones matemáticas que verifican transacciones en la red, la cual es recompensada con la creación de un nuevo bloque de monedas.

El sistema computarizado pone obstáculos para evitar el descifrado. Las antminer son manipuladas por una persona a la que llaman minero, quien es el que ejecuta los programas en sus computadoras y verifica las transacciones al incluirlas en un registro inalterable. El minero debe ir saltando esos obstáculos. De esa forma se genera cada microdécima de bitcoin —“satoshis”— hasta llegar a 100 millones, que es el valor de un bitcoin.

Para ejercer la minería se requiere de una potencia de cómputo bastante elevada en datos informáticos y en electricidad. En Venezuela es un negocio porque el servicio sumamente barato, con una tarifa promedio per cápita de 3,01 centavos de dólar por cada kilovatio/hora. Según el Ministerio de Energía, la más baja de América Latina.

“Yo voy a ver dónde instalaré mi máquina, pero en casa no”, expresa con determinación José Ignacio. El consumo especial de energía es detectable por los operadores de Corpoelec. La inestabilidad del sistema eléctrico en Maracaibo, tarde o temprano, a juicio de especialistas, hará encender la lupa sobre estos locales clandestinos. Un profesional vinculado con la venta y alquiler de viviendas, y allegado de un minero, advierte bajo el anonimato que muchas familias que se fueron del país reciben pagos en dólares por el alquiler de sus casas y apartamentos. “Creen que se la están comiendo por recibir pagos altos en relación con los precios en el mercado, pero resulta que si hay un allanamiento se meten en un grandísimo problema”.

El Cuerpo de Investigaciones Penales, Científicas y Criminalísticas (Cicpc) tiene en la mira a “mineros” e inversionistas. En Caracas y Valencia ya se sentaron los primeros precedentes. Hubo seis personas detenidas a principios de año y fueron reseñadas en la prensa como si fueran los peores criminales.  El reglamento del Banco Central de Venezuela también recoge normas punibles por la realización de transacciones en divisas.

El delito imputado es legitimación de capital, delitos informáticos, financiamiento al terrorismo, hurto electrónico y fraude cambiario a través de la producción del bit virtual en diversas partes del país. La Comisión Nacional de Telecomunicaciones establece, en el artículo 6 de la Ley especial contra los delitos informáticos, que “toda persona que sin la debida autorización (…) acceda, intercepte, interfiera o use un sistema que utilice tecnologías de información será penado con prisión de uno a cinco años y multa de diez a cincuenta unidades tributarias”. José Ignacio está consciente: “Me arriesgaré. El bitcoin siempre sube, nunca baja. En tres meses recupero lo que invertí, según mis cuentas”.

 

Redacción: Raúl Semprún

Fotografía: Archivo

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