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Los últimos aeromodelistas del sur: guardianes de un deporte, una ciencia y una empresa

La Federación Aeronáutica Internacional —que el 7 de octubre cumplirá 112 años— declaró al aeromodelismo en 1936 como una sección de la aviación deportiva. Pero también es una ciencia, porque en la fabricación de modelos interviene la aerodinámica, la mecánica de fluidos y la electrónica. Jesús Torres es uno de los cuatro fabricantes de aviones a radiocontrol del municipio San Francisco, con una experiencia de al menos 37 años.

Afición, deporte, ciencia. El amor de Jesús por los aviones recorrió esas tres estaciones como un círculo. Cuando tenía cuatro años, acompañó a su madre al aeropuerto Grano de Oro en Maracaibo. Iba a despedir a un tío. Allí vio por primera vez una aeronave. Fue el momento de la fascinación. Con el tiempo y una aguda curiosidad se enteró que era un Douglas DC-3. Luego vino el pilotaje de modelos a escala.

“El primer avión de gasolina que tuve fue en 1971, y como fabricante me inicié exactamente una década más tarde. Aprendí preguntando, cuando la pista del Parque Sur estaba recién inaugurada, a mediados de los años 70. Hay que adquirir conocimientos teóricos y prácticos. En el año 81 compré los primeros kits para armar, que venían en su caja, hechos de madera de balsa”.

Se trata del material por excelencia para la fabricación de aviones, no importa la escala, explica Jesús. Las revistas especializadas y miles de horas de vuelo se lo han confirmado una y otra vez. También se puede emplear madera contraenchapada, que es algo más dura.

“Hay aviones que son hechos enteramente de fibra de vidrio, pero lo que se utiliza en el plano dominguero, familiar, es la madera de balsa. En todas partes del mundo. Incluso en las competencias internacionales. Es el material clásico y clave para la fabricación”.

El aprendizaje

Armar los kits prefabricados le dio a Jesús la habilidad para trabajar con las distintas piezas e interpretar los planos de fábrica. Esa fue su escuela de aeromodelismo.

“Cuando uno vive de esto, comienza a adquirir planos, material y los fabrica con su propia fuerza.  Compramos los motores y la electrónica que hace falta para mover los comandos, pero en esencia la meta es fabricar nuestros propios aviones. Ese es el génesis de todo”.

La primera aeronave que Jesús construyó desde cero fue en 1987.

“Funcionó perfectamente. Ya yo sabía volarlos y tenía la experiencia armando los modelos prefabricados. Ese también fue fabricado a partir de un plano, sólo que yo tuve que hacer todas las piezas. Incluyendo el montaje del motor y de la parte electrónica para controlarlo. Era un modelo pequeño, muy elemental, pero fue un orgullo construirlo”.

No son juguetes

Los aviones a radiocontrol no son juguetes. Jesús nunca los concibió como tales. Ni siquiera de niño. Siempre que lo aclara recuerda una escena de la película El vuelo del Fénix, de 1975, cuando un personaje les explica a los pilotos que una aeronave de juguete sólo es aquella a la que se puede atar una cuerda para que los niños lo arrastren.

“Un avión a radiocontrol puede volar como uno real. Interviene la aerodinámica, la mecánica de fluidos, también la electrónica. A nivel universitario, son materias determinantes en el mundo aeronáutico. No son juguetes y nunca lo serán”.

Las competencias, de hecho, se dividen en categorías distintas: competencia a escala, de acrobacias, planeadores y vuelo libre. En el Zulia hay dos lugares para practicar el aeromodelismo a radiocontrol: el Parque Sur y Granja Adán, ubicada en Palito Blanco, una antigua granja avícola acondicionada con una pista para prácticas y competencias, donde incluso vuelan aviones de turbina que utilizan gasolina para jets.

La manufactura

La construcción de un aeromodelo —el que Jesús fabrica con mayor frecuencia es el four star— se toma de tres a 10 meses. Los precios, a merced de la inflación, han aumentado significativamente. “Hasta 2014, un avión —sin radio control ni motor— tenía un precio de 40 mil bolívares. El mismo modelo, bien fabricado, ahora asciende a 700 mil bolívares”.

Una vez que el fuselaje hecho con madera de balsa está terminado, se cubre y pinta con un papel provisto con una goma resistente al calor. El cuidado de estas piezas es sumamente importante, porque una vez que se precipitan a tierra o sufren alguna abolladura, difícilmente volarán como cuando salieron del taller, recién fabricados.

“La madera de balsa ya difícilmente se consigue en el mercado zuliano, y si se consigue, los precios son demasiado altos. Una lámina de dos o tres milímetros, que antes costaba 200 bolívares, ahora está costando más de 30 mil”.

Con una inflación acumulada en 2017 de 176 por ciento, según datos de la Asamblea Nacional, el precio de un modelo four star ronda los 700 mil u 800 mil bolívares, si el fabricante provee todos los materias, explica Jesús; si en cambio, el cliente los compra, el costo disminuirá.

“Muchos de los que han vendido sus aviones, cuando quieren regresar a volar, casi nunca pueden, por los precios. Venden el modelo con motor y radiocontrol. Luego se arrepienten. El aeromodelismo es una pasión vital, por eso siempre les recomiendo a los propietarios que tengan paciencia antes de tomar la decisión de venderlos”.

Contactos

Jesús Torres: 0414-9615297

 

Redacción: José Flores

Foto: Cortesía Jesús Torres

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