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En el “Retén de Bella Vista” lo único que sigue preso es el rescate patrimonial

Para propios y extraños la antigua Cárcel Pública de Maracaibo, mejor conocida como el “Retén de Bella Vista”, es quizás la edificación más desconcertante de la ciudad, no solo por su inusual estilo egipcio, que le aporta a la urbe un aire surrealista -como sacado de la serie Stargate del canal Sci-Fi-, sino por su bien pensada ingeniería y una historia plena de coloridas anécdotas que van de lo misterioso a los más trillados clichés penitenciarios.

A finales del siglo XIX el centro de arrestos local era una mazmorra pestilente que compartía sede con el Hospital de la Caridad (hoy conocido como El Central) y el cuartel de milicianos. Las condiciones de hacinamiento que causaban problemas sanitarios a la parte asistencial y las constantes fugas de prisioneros, llevaron a que en el año 1894 el presidente del estado Zulia, Jesús Muñoz Tébar, ordenara la construcción de una nueva y moderna cárcel.

Nepotismo eficiente

En aquellos tiempos, así como en la actualidad, la asignación de contratos sin procesos de licitación y el nepotismo eran cosas comunes, por lo que el mandatario regional le encomendó la obra a su hermano.

Afortunadamente para la ciudadanía, el Arquitecto Luis Muñoz Tébar resultó ser un hombre debidamente capacitado para la tarea, que además contaba con un equipo de trabajo eficiente, conformado por el constructor Antonio Ávila y el escultor Juan Font, quienes lograron entregar el imponente edificio el mismo año en que se les asignó, (algo envidiable incluso hoy día).

Si para un marabino contemporáneo, acostumbrado al eclecticismo y lo estrafalario, el retén de Bella Vista sigue siendo una estructura “fuera de lo común”, no hay que elucubrar demasiado para imaginarse el asombro que aquella fortaleza inspirada en las necrópolis del valle del Nilo habrá causado en los habitantes de Santa Lucía y El Empedra’o hace 124 años.

Debemos recordar que en aquellos tiempos el enclave del retén estaba ubicado en lo que se consideraban las afueras de la ciudad, entre las calles Obispo Lazo y los rieles del llamado Tren de Bella Vista, que años más tarde le darían el nombre a la calle que expandió Maracaibo hacia la zona norte.

Una cárcel moderna

La antigua cárcel inaugurada en 1895 cuenta con una distribución de tres niveles. La imponente fachada adornada por seis columnas de un estilo indefinido, está flanqueada por dos torres de 11 metros de altura en forma de pirámide truncada con azotes para guardias y policías.

Era un complejo autosuficiente desde el punto de vista administrativo. En una de sus alas contaba con tribunales, directorio, la alcaldía o despacho del director y archivos. En la otra ala estaban los salones para arrestos e instalaciones médicas, que llegaron a estar a cargo de los reconocidos galenos Adolfo D’Empaire y Alfonso Araujo Belloso en la década de los 30’s.

En la parte trasera estaban los prisioneros, la cocina, cuarteles de los centinelas y baños. Tenía un tanque de agua o cisterna con capacidad para 96.300 litros. El patio central disponía de corredores periféricos demarcados por unas 20 columnas y áreas de estudio que en el año 1939 permitieron  a 57 reclusos cursar los grados 2, 3 y 4 de educación básica, pero no todo era cantar y coser como decían las abuelas.

Las instalaciones también contaban con celdas de castigo en aislamiento solitario, algo muy parecido a la llamada tumba del Sebín en el Helicoide. Los reos de mala conducta eran encerrados durante días o semanas en pequeños cuartos sin ventana, con espacio apenas suficiente para una o dos personas. El calor sofocante y húmedo, sumado a la oscuridad y la pestilencia derivada de la falta de instalaciones sanitarias, era suficiente para doblegar al más hostil de los internos.

Visto desde fuera

Los confines del retén están delimitados por un muro de 7 metros de altura y 80 centímetros de espesor que literalmente eran más fáciles de saltar que de atravesar. Reseñas históricas dan cuenta de testimonios de los vecinos de la cañada Nueva (hoy conocida como Lara), quienes relataban que en mitad de la noche no era extraño ver improvisadas sogas hechas con tiras de sábanas anudadas bajar por el muro, seguida por una presurosa silueta humana que caía al piso como una iguana correteada a pedradas.

No había visitas de familiares ni mucho menos conyugales. Los presos debían conformarse con saludar desde la distancia de la terraza al enjambre de parientes que rodeaba el perímetro de la cárcel cada domingo. Otra faceta de la vida penitenciaria de entonces eran los “trabajos forzados”, donde ocasionalmente los reos de mejor conducta eran sacados con bola y grillete a limpiar la cañada de la zona o a construir vías públicas.

A diferencia de hoy día, donde las inmediaciones de los centros de arresto forman parte del feudo controlado por el hampa que gobierna desde las cárceles, hace 100 años la vecindad de Santa Lucía, Bella Vista y la calle Obispo Lazo vivían tranquilos por la presencia de los gendarmes que veían a varias cuadras de distancia desde los puestos de vigilancia en la parte alta del retén.

Tiempos de cambios

A principios de los años 30’s, durante la gestión de Vicencio Pérez Soto en la presidencia regional, la cárcel pública sufrió algunas transformaciones orientadas a aumentar su capacidad, en vista del creciente número de detenidos de la dictadura gomecista en la incipiente metrópolis.

Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, a mediados del siglo pasado, el lugar se convirtió en el destino de los presos políticos capturados por La Seguridad Nacional en Maracaibo. Durante esta época de persecución, las instalaciones más usadas por los esbirros del infame Pedro Estrada fueron las celdas de castigo y las salas de arresto, donde se llevaban a cabo los “interrogatorios”.

Tras la caída del perezjimenismo en 1958, comenzaron los planes para darle a la capital zuliana un nuevo centro penitenciario más acorde con las necesidades de una ciudad moderna, fue así como en 1961 los 800 reclusos de Bella Vista fueron trasladados a la hoy extinta Cárcel Nacional de Maracaibo (mejor conocida como Sabaneta) y la faraónica edificación fue transformada en retén policial, ganando así el apelativo con el cual es referido hasta la actualidad.

Cuentos y melodía

El vetusto edificio fue clausurado definitivamente en 1989, tras 94 años como sede del infortunio y la criminalidad. Sus últimos 400 residentes fueron enviados al también desaparecido retén de El Marite, al oeste de la ciudad. La nueva disposición del llamativo reclusorio no podría ser más opuesta a las razones que justificaron su construcción.

Aunque nueve décadas y media de confinamiento y malas energías le habían pasado factura a la obra de Muñoz Tébar, ésta seguía conservando su misterioso encanto y por ello en 1990, Oswaldo Álvarez Paz, el primer gobernador electo de forma directa por los zulianos, decretó que el edificio fuera usado para albergar el Museo Antropológico de la Gaita, un proyecto que databa del año 1976.

El decreto del mandatario regional no bastó para consolidar la añeja quimera cultural, ya que el Zulia y todo el país estaban por sumirse en una crisis política, social y financiera que trastocaría la vida nacional y daría al traste con el sistema bipartidista adeco-copeyano.

Como si el contexto país ya no fuera suficiente castigo, en el 96 un incendio destruyó el interior del retén. Se presume que el mismo habría sido ocasionado accidentalmente por Ramón Enrique Méndez y su familia de 13 personas, quienes residen en el lugar desde 1993.

Rescate inconcluso

Harían falta siete años de lamentaciones públicas y mediáticas para que finalmente en el 2013 la Gobernación, entonces encabezada por Francisco Arias Cárdenas, restaurara la fachada. El interior tendría que esperar un poco más.

En el año 2015 el Centro Rafael Urdaneta inició labores de limpieza de escombros en la parte interna. A mediados de ese año Arias Cárdenas anunció que el espacio bajo tutela de la Secretaría de Cultura del estado sería transformado en un centro turístico y sede de la Policía Turística de la región.

Gustavo Pérez, expresidente del CRU, explicó a mediados del año pasado que los trabajos del retén estaban enmarcados en un plan integral de recuperación y reordenamiento del casco central de Maracaibo, declarado Zona de Interés Turístico Nacional en 2013.

Tras 10 meses de labores ya se habían recuperado la cubierta del techo, el enorme aljibe central, instalaciones eléctricas, instalaciones de agua, dormitorios, oficinas y rejas principales, con la premisa de mantener el aspecto “lo más original posible”.

Desafortunadamente, la falta de continuidad administrativa entre los gobiernos de Arias Cárdenas y Omar Prieto también afectó el rescate del retén de Bella Vista que se mantiene paralizado, a la espera de que el CRU, ahora encabezado por el ingeniero Francisco Urbina, retome la obra para regresarle este histórico espacio a la ciudad.

Quien quita y a lo mejor en un futuro no muy lejano, durante algún recorrido guiado, los marabinos y turistas puedan finalmente despejar una antigua leyenda que habla de la supuesta existencia de un túnel entre el Palacio de Los Cóndores y el viejo retén. Ya veremos.

 

 

Redacción: Luis Ricardo Pérez P.

Fotos: Archivo y Luis Pérez

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