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«La Menova»: Una quinta que no se deja intimidar por rascacielos

Imponente, enigmática y solitaria, más no abandonada, la quinta Menova de la calle 74 con 3G es un acertijo urbano en una de las zonas residenciales más cotizadas de la ciudad. Bien podría ser un lujoso restaurante o una discoteca como su desaparecida hermana de cuadra «Luna», pero la memoria y el arraigo de una familia zuliana con sangre europea la han protegido contra las tentaciones del progreso y el mercantilismo pasajero.

No importa la época o la hora en la que se desfile ante la propiedad, su aspecto es invariable. Arbustos y maleza prosperan desordenadamente en un jardín frontal custodiado por un brocal de piedra con pilares intercalados que sujetan pequeñas rejas de hierro forjado. La casa de un invariable amarillo ocre, con techos de teja a dos aguas y ventanas, puertas y balcones de madera oscura, parece congelada en el tiempo como una fotografía en sepia.

Lo más curioso de la casona no es lo bien preservada que está a pesar de su evidente edad, sino que es la única construcción de su tipo que aún existe en una zona colonizada por elegantes y encumbrados edificios residenciales, que le roban la luz directa del sol durante la mayor parte del día.

Pocos han visto a gente entrar o salir de la Quinta Menova, pero está habitada. Así lo atestiguan el color blanco inmaculado del dintel de la puerta doble que gobierna la fachada, como una solitaria luz incandescente que brilla de noche en un farolito situado bajo el balcón del costado izquierdo de la edificación.

En un raro avistamiento, TuReporte tuvo la oportunidad de toparse y conversar con Erwin Ment, el actual propietario y residente de la casona por más de siete décadas.

Ment cuenta que su historia está indivisiblemente atada a la de la casa ya que ésta fue construida por su padre, un zuliano descendiente de alemanes, cuando planeaba casarse con su madre una mujer de origen italiano.

“La casa la construyó mi padre en 1944 y el diseño fue hecho por mi tío quien era ingeniero y edificó todas las casas que había por esta cuadra”, relata Erwin al precisar que el estilo de la construcción no obedece a la ascendencia europea de su familia sino que era la tendencia de la época para las casas de las grandes familias de Maracaibo.

El hombre de tez blanca y cabello plateado asegura con orgullo que la casa de su padre fue la segunda en construirse en toda la zona y hoy es la última que queda de aquellas hermosas viviendas como la que albergó la discoteca Luna en los años 90’s.

“Esta casa siempre ha estado habitada por mi familia, solo mis padres y yo hemos vivido aquí. En este lugar nací, crecí y aquí moriré” señala tajantemente el hombre que afirma haber recibido innumerables ofrecimientos de interesadas en comprar la casa ya sea para demolerla y construir edificios o montar restaurantes de lujo.

Ment explica que la vivienda de dos pisos con cinco habitaciones, está levantada sobre una parcela de 1250 M2, y cuenta con aproximadamente 450 M2 de construcción.

En el año 2012 la Menova fue incluida en un censo del Ministerio de Cultura, donde se recomendó su inclusión en el catálogo de patrimonio cultural de Maracaibo, pero el propietario asegura que ni siquiera ha querido pensar en la posibilidad de que la propuesta se concrete, ya que tal clasificación le impediría de poder modificar, construir, vender, heredar o donar la propiedad.

Entre las peculiaridades de la edificación bautizada con los apellidos combinados de su padre y madre (Ment y Novaro), Erwin resalta que el característico color amarillo ocre de las paredes no es ningún tipo de pintura, sino la misma mampostería que fue teñida para asegurar que el aspecto siempre permaneciera igual, por eso “si taladras la pared todo el material que sale será del mismo tono” asegura.

Las puertas, ventanas y balcones, están elaborados en madera de curarire, una especie de árbol muy denso que no puede ser penetrado por ningún tipo de plaga, por eso se mantiene intacto a pesar de que no se le ha hecho ningún tipo de mantenimiento.

El único elemento relativamente nuevo de la casa son los techos, los cuales fueron remplazados por platabanda y cubiertos nuevamente con tejas para preservar el estilo neocolonial de la obra. “Todo lo demás es original, incluyendo a su ocupante” concluye finalmente el jovial propietario.

 

Redacción y Fotografía: Luis Ricardo Pérez P.

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