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Conozca el irónico fin de “El Payés”, el restaurante que «cocinó» el proyecto del Maruma

En la avenida San Martín, justo detrás del Centro Comercial Villa Inés -donde está el antiguo cine Roxy- hay una decrépita casona de tres pisos que llegó a ser uno de los mejores restaurantes de Maracaibo y sirvió de incubadora para que un inmigrante italiano madurara la idea inicial de lo que con el tiempo llegaría a ser el complejo hotelero más importante de la región.

El 21 de noviembre de 1961, con apenas 18 años de edad, Giuseppe De Pinto Verni llegó a Maracaibo proveniente de San Nicandro di Bari, un pueblo del sur de Italia arrasado por la Segunda Guerra Mundial.

Recién bajado del ferry que lo ayudó a cruzar el Lago y con la maleta todavía en mano, el joven “Pepe” se adentró en el mercado municipal del centro (hoy Museo Lía Bermúdez) para comprar verduras junto a su primo Miguel, quien le daría su primer trabajo como mesonero en el Restaurante Felipe de su propiedad.

Durante año y medio De Pinto trabajo arduamente en el negocio de su primo, dirigido a un público de corte popular, pero aspiraba a algo de mayor categoría, ya que sabía que para surgir en la vida necesitaría de roce social y amigos poderosos.

De mesonero a propietario

Con apenas suficiente experiencia, Giuseppe se las ingenió para enganchar un trabajo de mesonero en el prestigioso Hotel-Restaurante Venecia, propiedad de un paisano suyo. Comenzó el 17 de mayo de 1963, pero tras solo una semana de labores el dueño lo llamó para despedirlo por su impericia y falta de refinamiento en la atención de un público.

Ante semejante revés, el decidido joven le respondió al propietario con una contraoferta que dejaría entrever sus habilidades como negociador. Trabajaría gratis, viviendo solo de las propinas y la comida que le daban, mientras aprendía el oficio debidamente.

La apuesta de De Pinto selló su destino y lo encaminó por una senda de éxito, ya que solo cinco años más tarde junto a su amigo Giovanni Suglio, alquilaron el Venecia que terminarían adquiriendo poco tiempo después.

Los nuevos propietarios rebautizaron el restaurante como “Le Payés”, un nombre francés dirigido a enfatizar el alto perfil del ya reputado establecimiento. Durante los 70’s y 80’s la fama bien ganada del restaurante convocaba a lo más selecto de la sociedad marabina con un estilo de cocina francesa y mediterránea. De Pinto finalmente tenía la ascendencia social y los contactos anhelados para seguir su acenso, pero el momento del próximo gran paso aún tardaría en llegar.

Una duda venenosa

Todo parecía marchar a pedir de boca cuando un evento fortuito puso al Payés en el ojo del huracán. El 27 de octubre de 1989 el reconocido político del partido MAS, Luis Hómes, sufrió un desmayo en el restaurante, mientras participaba en un almuerzo para conmemorar el 44° aniversario de la conquista del voto femenino en el país.

El episodio inmediatamente detonó la hipótesis de un posible envenenamiento, ya que las encuestas perfilaban al líder izquierdista como inminente ganador de la primera contienda electoral por la gobernación del Zulia que se celebraría en menos de dos meses.

El restaurante quedó absuelto por la tribuna mediática cuando los exámenes médicos descartaron la tesis del atentado por otro diagnóstico igualmente fatal, un tumor cerebral cancerígeno que le robaría al respetado jurista la vida y los sueños de llegar por la vía del voto a la primera magistratura regional, una hazaña que capitalizaría finalmente el copeyano Oswaldo Álvarez Paz.

Tras el desafortunado episodio que asentaría al Payés en los libros de historia como el lugar donde emergieron los primeros síntomas de la enfermedad que acabó con Hómes, el establecimiento siguió prosperando tanto como lo permitiría la década que presenció el descalabro del Banco de Maracaibo, el agotamiento del llamado “bipartidismo Puntofijista”, el estallido social del “Caracazo” y el ascenso de Hugo Chávez.

Por caminos separados

A pesar de la convulsión política y económica De Pinto supo leer las señales y aprovechar el momento para hacer una transición que lo apartó del Payés.

A mediados de los 90’s el empresario italiano vio un anuncio de televisión donde la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (Conahotu) ofrecía financiar el 80% de un hotel a aquellos emprendedores que contaran con un proyecto y terreno propio.

Don Giuseppe se aprestó a capitalizar la oportunidad. Con lo ahorros derivados de su trabajo en el Payés, De Pinto compró unos terrenos al sur de la ciudad, cerca del Aeropuerto de La Chinita y diseñó una propuesta para construir un pequeño hotel familiar de 60 habitaciones. La idea fue inicialmente rechazada por pensar que se trataba de un motel, pero tras un pequeño ajuste en el concepto el financiamiento fue aprobado y en 1999 se inauguró el Hotel Maruma.

Los destinos del empresario italiano y su primer restaurante tomaron sendas distintas. Don Giuseppe se transformó en el magnate hotelero más respetado de Maracaibo con la construcción del Palacio de los Eventos de Venezuela y luego el Hotel InterContinental de El Milagro, mientras que el Payés se fue sumiendo en el olvido.

Un cascarón vacío

El famoso restaurante corrió la misma suerte que otros locales de la 3Y como Parrillada El Gaucho, la panadería Forlí, el hotel San José y el bar Rock On. Hoy ese tramo de la avenida San Martín es un corredor de desolación azotado por la inseguridad y la oscurana que prolifera al caer la noche.

Del Payés hoy solo queda literalmente la fachada, de hecho, la cuadra entera es un cascarón vacío. Los patios y estructuras posteriores de todas las edificaciones ubicadas entre las avenidas 3H y 3Y con calles 80 y 81, fueron demolidas y consolidadas en una sola parcela que ahora luce como un pueblo fantasma con puertas y ventanas selladas.

La única entrada del deslucido perímetro es un portón de lata sin letrero que esconde en su interior una fábrica de bloques de arcilla gris, un triste e irónico final para un restaurante ubicado en plena zona gourmet, que ayudó a construir un imperio hotelero.

 

 

Redacción y fotografía: Luis Ricardo Pérez P.

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