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Hotel Brisas del Norte se hunde en la incertidumbre a una semana del saqueo

Solo silencio y soledad se hospedan ahora en el Hotel Brisas del Norte. Verlo es sentir que algo sobrenatural pasó por allí, un huracán o un tsunami, todo menos la mano destructora del hombre.

A una semana del saqueo, los espacios lucen como si tuvieran un siglo abandonados. Algunos trabajadores campean en busca de respuestas, pues mantiene viva la esperanza de recuperar sus espacios laborales.

Los antiguos empleados del Hotel Brisas del Norte entran, observan en silencio, piensan y luego salen y se sientan a esperar. “Yo estoy esperando a la señora, a ver que vamos a hacer. A ver que van a hacer con nosotros”, comenta un anciano wayuu que asegura ser el encargado de las áreas verdes.

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El hospedaje daba empleo a entre 80 y 100 trabajadores directos e indirectos. Ahora, los trabajadores y sus familias esperan en medio de la incertidumbre, para ver cuál será el destino final del hotel tres estrellas que fue su modo de conseguir el sustento.

“Yo pertenezco a la iglesia evangélica pentecostés y estamos dispuestos a colaborar, traer un camión y recoger los escombros. He llorado mucho, porque me sentía muy a gusto con este trabajo, ahora no se que vamos a hacer”, indica uno de los encargados de la seguridad del hotel.

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Vale recordar que el pasado martes 12 de marzo, luego de merodear durante toda la noche, un grupo de al menos 100 personas lograron romper la cerca posterior del hotel e ingresaron a las instalaciones para saquear y destruir lo que encontraron a su paso.

La acción se ejecutó a eso de las 9.00 de la mañana y en pocos minutos desapareció un hotel que tardó más de 25 años en evolucionar de un puñado de trailers a una edificación con todas las comodidades y lujos.

Hotel Brisas del Norte, apocalipsis sin respuestas

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Hoy, una semana después de los saqueos, da pavor constatar que una turba enardecida es capaz de un acto tan violento y atroz. Porque el cascarón del Brisas del Norte luce desolado, violentado con una furia inexplicable. ¿Por qué un hotel?

Todas las entradas están abiertas, por el simple hecho que no tiene puertas ni ventanas. A cada paso, el piso cruje por el tapiz de vidrios rotos que quedó en lugar de las alfombras.

Del techo penden los trozos de mampostería que dejan al descubierto los boquetes por donde sacaron el cableado eléctrico. Además, arrancaron el mármol de pisos y mesas, los tomacorrientes, las brequeras y todo lo que sirviera para usar o vender.

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De más está decir que cargaron con todo el mobiliario, todas las puertas, ventanas, salas sanitarias y lámparas. El jacuzzi de la suite 117 lo rompieron para llevarse el motor y no dejaron un espejo o un cristal sin destrozar en todo el edificio.

Lo que no pudieron llevarse lo destruyeron. Los parasoles los lanzaron a la piscina, a los trailers les arrancaron los pedazos de latón y fibra de vidrio, un cuarto caba que estaba en el área de la pizzería lo desbarataron y en las áreas administrativas no quedó un papel ni una factura.

Ahora, los rollos de papel de los puntos de venta penden de los árboles y dan un aspecto de fiesta de halloween mezclada con escenario post apocalíptico donde aún no prosperan las respuestas.

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De trailers para camioneros a hotel tres estrellas

El Hotel Brisas del Norte está ubicado en el barrio del mismo nombre, en la avenida Guajira a solo 800 metros del C.C. Sambil, detrás de Premium Motors y la bomba Caribe.

La estructura tiene seis pisos de altura y 85 habitaciones que estaban dotadas con cable y wifi. Además, tenía piscina, áreas verdes, restaurante, piano bar y un inmenso y elegante lobby.

La idea del hospedaje nació hace 25 años, para dar respuesta a la necesidad de hospedaje de los conductores de transportes de carga, que necesitaban servicios de alojamiento en la ruta que va desde y hacia la frontera con Colombia.

La torre nueva, con la que se empezó a usar el nombre hotel Brisas del Norte, se levantó hace ocho años. Antes se le conocía como Hostería del Norte, un negocio que por muchos años brindó alojamiento para camioneros.

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Apalancados en la ubicación de la empresa, cerca de la salida hacia la frontera y con importantes desarrollos industriales y comerciales como Coca-Cola Femsa, Polar, Makro y Sambil, en 2010 los propietarios desarrollaron las nuevas instalaciones para apelar a un público corporativo que visitaba regularmente Maracaibo para supervisar sus operaciones en la zona.

Con ese target en mente se desarrollaron instalaciones y servicios como la piscina rodeada de áreas verdes, el restaurante Ajonjolí y un piano bar con pantallas para ver eventos deportivos.

Todo un desarrollo hotelero local que acabó en un instante. Queda esperar si en el ánimo de los propietarios persisten los rescoldos de emprender nuevamente en la ciudad y si algún ente público o privado esté en la disposición de apalancarlos.

 

Redacción y fotografías: Reyna Carreño Miranda

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