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Helados Alfa: Un querido amigo de la infancia, que se vuelve a despedir

El incesante tintineo rítmico de campanitas a media tarde es parte fundamental del soundtrack de la infancia venezolana en el siglo XX. No importa si se vivía en casa o apartamento, en la capital o el interior del país, el “rin-rin” del carrito de helados producía en los niños un frenesí que rápidamente se transformaba en una voraz turba de muchachitos que corrían gritando su sabor favorito, mientras sacudían sobre sus cabezas sudorosas monedas y billetes para captar la atención del “señor polero”.

La competencia entre las dos grandes marcas del centro del país era feroz, siempre tratando de superarse con empaques cada vez más coloridos, nombres ingeniosos o sorpresas para deslumbrar a los pequeñines, pero en Maracaibo, el monarca indiscutible de las tardes de calor era Helados Alfa, una marca de tradición familiar cuya fortaleza consistía en la calidad de su materia prima y exquisitos sabores que durante 79 años llevaron con orgullo la denominación de 100% zuliano.

Tradición zuliana

La empresa fundada en La Cañada de Urdaneta en 1937 por el productor Enrique Finol, nació bajo la denominación de Lactuarios y Explotaciones Alfa, dedicada a la comercialización de leche líquida, mantequilla, helados y otros derivados lácteos, pero en 1959 fue adquirida por el empresario Rafael Segundo Urdaneta Gutiérrez, quien la rebautiza como Lactuarios Alfa y le da un mayor énfasis a la producción de helados con una fábrica ubicada en la avenida Los Haticos de Maracaibo.

Alfa abrió varias heladerías en la ciudad que rápidamente se convirtieron en lugares de tertulia y encuentros para la Maracaibo que comenzaba a llenarse de edificios, pero entre los años 70 y 80’s una sus encarnaciones más recordadas eran los carritos de “polos” identificados con su logo de letras cursivas anaranjadas, encerradas en un elipse de igual color sobre un fondo blanco.

Todas las mañanas un enjambre de hombres se congregaba en la planta de Haticos a cargar de hielo seco y helados en sus “carritos”, que inicialmente no eran más que una cava de anime montada sobre un marco metálico con ruedas y un manubrio pendulante donde iba instalada su arma secreta: una ristra de campanillas que de seguro harían sonreír de satisfacción al precursor de la psicología conductista, Ivan Petrovich Pavlov, por ilustrar a la perfección su teoría del condicionamiento conductual, mediante la asociación involuntaria de estímulos auditivos.

Cual proverbiales “perritos de Pavlov”, los chiquitines de la cuadra caían presa sumisa del persuasivo encanto de aquel pulsar sonoro que los hacía babear de antojo, evocando el sabor dulce y excepcionalmente cremoso de un Pastelado, Crema Reina, Ron con Pasas, Mantecado, Chocolate, una Bala Fría o un Tribey.

Lo bueno regresa

Durante 30 años ininterrumpidos el sabor de Helados Alfa derritió de gusto a los zulianos, hasta que en 1989 la fábrica cerró sus puertas por dificultades operativas y económicas inherentes al contexto financiero de aquel entonces, pero “como las cosas buenas siempre vuelven”, tras una pausa de 11 años, en el 2010 la icónica marca tuvo un retorno inesperado, cuando un nieto de Rafael Segundo Urdaneta decidió rescatar el legado familiar y reabrió Lácteos Alfa como una empresa exclusivamente dedicada a la producción y distribución de helados.

Aunque se trataba de los mismos sabores y recetas originales, elaborados de forma artesanal con leche líquida en lugar de leche en polvo (como la competencia), ya no estaban disponibles las versiones de paleta y vasitos de cartón parafinado que despertaban la añoranza de los zulianos, sino que el nuevo modelo de negocio se apalancaba en la modalidad de presentaciones de nevera, para consumo familiar y cuya venta se hacía a través de freezers dispuestos en panaderías, supermercados y abastos.

La nueva propuesta de los Urdaneta rescataba recetas tradicionales e incorporaba nuevas opciones en una paleta de nueve sabores (Crema Reina, Ron con Pasas, Mantecado, Chocolate, Tutti-Frutti, Nueces, Vainilla, Limón, Caramelo y Fresa), que ahora estaban disponibles en 500 puntos de venta en todo el estado, con una producción diaria que rondaba los mil litros.

El regreso de Alfa fue recibido con gran beneplácito por un mercado mixto de nostálgicos y nuevos clientes que se maravillaban al probar por primera vez o redescubrir los clásicos de su infancia. Una de las sorpresas más gratas fue la edición especial de Turrón que cautivó con una combinación de caramelo y praliné de nueces de nogal que brindaban un delicado balance entre suntuosidad, crocantéz y la astringencia natural de los frutos secos.

Alianzas estratégicas con restaurantes y lugares de comida rápida que ofrecían los productos en su carta de postres o como parte de combos, permitió un reposicionamiento casi instantáneo de la marca que parecía nunca haber salido del mercado.

Un nuevo adiós

Durante seis años y medio la producción de Alfa navegó entre las complicaciones que suponía una demanda insatisfecha, la escasez de materia prima e inestabilidad de los precios, hasta que finalmente a mediados de 2016, la fábrica de helados decidió cerrar una vez más sus puertas a pesar de que todavía despachaba cerca de 400 litros diarios de mezcla.

Fuentes allegadas a la familia Urdaneta explicaron a TuReporte que a diferencia de hace 29 años, en esta oportunidad el cierre de la empresa lucía definitivo ya que la maquinaria había sido sacada de la planta, mientras que el hampa había terminado de disponer de lo que quedaba.

Para muchos zulianos, la segunda despedida de helados Alfa es un golpe emocional fuerte, comparable a reencontrarse con un querido amigo de la infancia, solo para volverlo a perder. Ojalá el pesimismo que hoy embarga a los creadores de la legendaria marca se disipe en un futuro no muy lejano donde el recuerdo de las campanitas del “señor polero” traiga de vuelta, sonrisas cargadas de esperanzas y deliciosos sabores.

 

 

Redacción: Luis Ricardo Pérez P.

Fotografías: Archivo

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