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“El Mirador” del Parque la Marina naufraga entre la desidia y el pillaje

Todos lo observan con curiosidad pero él rara vez devuelve la mirada. Enigmático, imponente y solemne, desde hace 44 años su nombre enuncia una tarea que no ha podido cumplir a cabalidad por el olvido sistemático de las autoridades gubernamentales y la desidia de los usuarios. El Mirador del Parque la Marina es una paradoja de 59,2 Mt. de altura, un despropósito de hormigón, reconocible por todos pero utilizado por muy pocos.

Inaugurado durante el primer gobierno del expresidente Rafael Caldera en 1973 para conmemorar los 150 años de La Batalla Naval del Lago, la estructura de estilo modernista que emula la cofa (plataforma de observación en el mástil) de un buque hundido, más bien recuerda a un anguloso platillo volador que deja su estela durante el ascenso. De cualquier forma, es una de las edificaciones más singulares del horizonte costero.

Torre solitaria

Desde su fundación, las puertas de acceso situadas en la pirámide truncada que conforma la base de la torre, han permanecido más tiempo cerradas que abiertas al público debido a las constantes averías de su único ascensor de 1,5 x 1,79 Mt.

Aunque la obra está bajo tutela del Instituto Autónomo Regional del Ambiente (IARA) adscrito a la Gobernación del Zulia y figura como patrimonio cultural de la región por su valor arquitectónico, nunca ha contado con recursos humanos ni financieros suficientes para su preservación.

A través de las distintas gestiones gubernamentales ha sido objeto de espasmódicos proyectos de restauración, que no llegan a concluirse o se deterioran al poco tiempo de su reinauguración, casi siempre cercana a alguna contienda electoral.

Originalmente la torre era una estructura en obra limpia, coronada por un revestimiento de color terracota en la cara exterior del mirador y el cuarto de máquinas del ascensor, pero en los años 90 fue cambiado a losas de color azul cobalto para representar las aguas del Coquivacoa.

La plataforma de observación de 11 x 11 Mt, situada a 53 Mt de altura, ofrece una panorámica de 360 grados del Lago de Maracaibo, las avenidas el Milagro, Milagro Norte y Bella Vista, así como de los edificios del sector Don Bosco, La Virginia y Canta Claro, solo por mencionar algunos.

Rescates fallidos

En los 70’s la cumbre albergó por breve tiempo una pequeña fuente de soda pero dicha función no perduró debido a la falta de instalaciones sanitarias. Luego en 2012 durante un proyecto de restauración del Parque La Marina se planificó la instalación de una galería para exposiciones de arte, pero dicho fin no llegó a concretarse.

Con una inversión de 6 millones de bolívares (aprox. 86.355 dólares a la tasa no oficial de la época), en agosto de 2014 la Gobernación del Zulia reabrió al público el Mirador del Lago, luego de un reacondicionamiento general del parque enmarcado en un programa de rescate de espacios públicos con potencial turístico.

Tras 15 años de soledad, niños de planes vacacionales y visitantes de ocasión volvieron a llenar la almena costera para contemplar el paisaje urbano y lacustre. Por lapsos de 15 a 20 minutos entre las 8.00 de la mañana y 6.00 de la tarde, los marabinos pudieron revivir y compartir con sus hijos aquellos recuerdos de una infancia despreocupada patinando en la plaza y escudriñando el horizonte citadino desde las alturas, pero la alegría no duraría mucho.

Aunque el plan del IARA y la Corporación Zuliana de Turismo (Corzutur) contemplaba el cobro de una módica tarifa a los visitantes para cubrir los gastos de mantenimiento del mirador, la falta de seguimiento administrativo, el pillaje y la inestabilidad del sistema eléctrico dieron al traste con el elevador, la recién instalada conexión WIFI a internet y las bombas de las cuatro fuentes.

Azotado por piratas

Hoy las áreas verdes del parque lucen medianamente cuidadas. Las fuentes están secas y polvorientas y dos de los cuatro grabados de bronce con imágenes de las cuatro etapas de la Batalla Naval del Lago han sido arrancados de los enormes hitos recubiertos de porcelanato negro que anteceden a la torre.

El mirador no ha corrido mejor suerte. De lejos la estructura parece inmutable, pero de cerca se aprecia el deterioro provocado por el salitre del lago y los malandros. Algunas losas azules de la parte superior se han desprendido. El concreto en la base de la plataforma de observación esta agrietado y deja ver las cabillas oxidadas en su interior. Las ventanas del tallo que antes permitían ver el ascenso del elevador ahora están rotas en los niveles más bajos y en la cara posterior los revestimientos texturizados lucen desalineados y en peligro de caerse.

De día una tímida presencia policial resguarda a los pocos usuarios que atreven a ejercitarse en el espacio público, pero de noche el escaso patrullaje no es rival para los delincuentes que habitan en los peligrosos barrios vecinos.

Tristemente la monumental obra parece destinada a fungir como un mero punto de referencia. Una enorme aguja de concreto que pincha el mapa local para indicarle a propios y extraños la ubicación de una zona roja situada donde Bella Vista le cede el paso a la Milagro Norte y donde El Milagro se transforma en la prolongación Circunvalación 2.

 

 

 

Redacción y fotografía: Luis Ricardo Pérez P.

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