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Comprar pasaje de bus Maracaibo-Caracas es una “travesía sin rumbo”

Doña María Dolores tiene urgencia por ir a Caracas. A su comadre Teresa la van a operar y ella, no solo se ofreció para acompañarla, sino que le va a llevar “unas cositas” que le hacen falta para la intervención quirúrgica. Ella prefiere movilizarse en bus.

La señora tiene tiempo que no viaja. Sus hijos intentaron conseguirle un boleto de avión, pero los costos, la alta demanda y la baja oferta de asientos, les impidió comprarle el pasaje aéreo.

Ante esa situación, la doña se encogió de hombros y les dijo “yo resuelvo”, sin saber que se le avecinaba una travesía sin rumbo, con tres opciones para elegir, pero con escasas posibilidades de hacer un traslado sencillo y fácil, como era en otros tiempos.

Este relato, retrata las penurias que deben afrontar los marabinos que, por alguna razón, tiene la necesidad de movilizarse a la Capital por vía terrestre y en bus. Empresa que requieren afrontar con tres armas imprescindibles: dinero en efectivo, aguante y paciencia.

“Buses hay, lo que no hay son cobres”

La primera opción para María Dolores fue el Terminal de Pasajeros de Maracaibo. Con los recuerdos frescos de hace 15 años atrás, cuando iba de vacaciones a Caracas, se fue temprano, a las 7.00 de la mañana, en busca de una solución rápida y económica.

“Son dos mil 500 en efectivo”, le solicitó una joven huraña detrás de taquilla de la compañía de buses expresos. La chica hacía alusión a la cantidad de dos millones 500 mil bolívares en billetes de a cien mil.

La doña se rascó la cabeza y sacó de memoria una operación matemática sencilla, donde determinó que para comprar dos millones y pico de bolívares en efectivo, necesitaba invertir 20 millones de bolívares por transferencia.

“Tais loca mija” le respondió a la dependienta y salió con “las manos en la cabeza”. Enfiló rumbo a la avenida Las Delicias, donde está la terminal de Expresos Ejecutivos, convencida de que tal vez sería un poco más costoso, pero sin duda resultaría más cómodo.

“La colita es allá afuera”

A las 9.00 de la mañana arribó a las oficinas de la empresa autobusera. De primera impresión le pareció que estaban abandonadas, por el deterioro de las instalaciones, pero dentro había varias personas, había aire acondicionado y dos personas en la taquilla.

“Joven, cuánto cuesta el pasaje a Caracas”, le preguntó con toda la amabilidad posible a un señor de gorra y bigotes, que estaba sentado detrás del mostrador, rumiando un chicle y los sinsabores cotidianos.

“Seis mil 200 cuesta el pasaje, 700 en efectivo para las tasa y lo demás lo puede pagar por punto o transferencia”, le respondió mecánicamente, sin mirarla, como una lección aprendida y repetida cientos de veces.

A la doña le pareció razonable y se apresuró a buscar en su bolso mientras le solicitaba: “Bueno mi lindo, dame uno para mañana a las…”, pero el “joven” le cortó la frase en seco, con una sonrisa de sarcasmo.

“Doñita, la cola para el bus que sale mañana a las 5.00 de la tarde está allá afuera, bajo el techito, la gente va llegando y se anota en un papel. Ellos mismos se organizan y duermen ahí para garantizar el cupo, pero a esta hora dudo que queden puestos, tal vez se pueda anotar en la de pasado mañana”. Eran las 10.00 a.m.

Más barato, más difícil

María Dolores salió desconsolada, con la sensación de que ya no había más opciones. En la puerta se topó de frente con otra señora que iba entrando, sudorosa, con el rostro brillante y la ropa olorosa a sol.

Casi chocaron y mientras se componían del encontronazo, Maria Dolores le comentó los pormenores de la tarifa del bus, la cola “allá afuera”, la lista y la pernocta en la calle durante más de 24 horas.

La otra, a medida que escuchaba el relato se le explayaron los ojos y la boca se le abrió poco a poco. “No mija, yo mejor me devuelvo para el Terminal de San Francisco, al menos allá el pasaje cuesta 480 mil en efectivo”.

Doña María Dolores observó al horizonte con la cifra 480 mil dándole vueltas en la cabeza. El monto es tentador, pero de Maracaibo a San Francisco es otro viaje, otra travesía, otra historia.

 

Redacción: Reyna Carreño Miranda

Fotografía: Archivo

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