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Claudio Dalia, El «doctor del rock» que vive en San Jacinto

Si eres bajista o guitarrista y vives en Maracaibo, lo más probable es que en algún momento hayas escuchado hablar o incluso usado los servicios de Claudio Dalia.

Como único lutier de instrumentos eléctricos en la región y excantante y guitarrista de “Arpía” (una de las bandas de rock más icónicas de la movida underground zuliana de los años 90), este marabino de padres italianos es una leyenda por mérito propio.

Su cabello largo y plateado, combinado con una forma de hablar pausada y serena, le confieren un aura de gurú que orgullosamente exhibe al compartir sus conocimientos y vivencias con todo el que llegue dispuesto a escuchar.

No importa si es de mañana, tarde o a mitad de la noche, Claudio nunca desampara al músico que toca a la puerta de su casa/taller en busca de auxilio para un mástil roto o un rápido ajuste antes de un toque.

La necesidad como impulso

Desde su «mesa de operaciones» la vida parece seguir un patrón cíclico, trayendo de vuelta 30 años más tarde, las mismas circunstancias que lo llevaron a “meterle mano” por primera vez a un instrumento.

“Cuando comencé en este oficio a finales de los 80’s, lo hice motivado por las ganas de tener una guitarra como las que veía usar a los grupos que me gustaban en las revistas de rock, pero entonces en el país ya habían muchas limitaciones para traer equipos de ese calibre, así que me tocó modificar yo mismo lo que tenía al alcance” cuenta el autodidacta de 51 años, al subrayar que “hoy la situación se parece mucho”.

Este artesano de San Jacinto es capaz de convertir un tablón de madera en un instrumento digno de los mejores escenarios o estudios de grabación, pero aclara que los altos costos de las materias primas y dificultades en el acceso a piezas de hardware (puentes, micrófonos, clavijas y trastes), han hecho que la gente se decante más por las restauraciones, customizaciones y ajustes, en lugar de encargar un instrumento creado desde cero, con el único propósito de exaltar la identidad del músico y satisfacer sus muy particulares necesidades de expresión artística.

“Todos los repuestos y accesorios son importados, así que la gente los ubica primero por Mercado Libre, o los pide en Amazon con algún contacto afuera y luego los trae para el trabajo que necesiten” precisa Claudio.

Todos vuelven

La lutería es una labor de precisión que se nutre de procesos meticulosos de laqueado, engomado y prensado provenientes de la ebanistería, los cuales no se pueden ni deben apresurar, por eso Dalia es un hombre de infinita paciencia y como tal, sabe que si una vez llegó a él un instrumento, tarde o temprano volverá como el hijo pródigo; tal vez bajo el amparo de otros dueños, pero en busca de los mismos cuidados que alguna vez sus conocedoras manos le brindaron.

El especialista acota que en la ciudad hay contadas opciones en el mercado para reparaciones y ajustes menores de armonización y electrónica, pero cuando se trata de trabajar el alma del instrumento, que es la madera, de una forma u otra terminan llegando a él.

Este incesante transitar de guitarras y bajos de todas las marcas y modelos han dejado su impronta en el taller de Claudio, creando una especie de caos ordenado, donde cuerpos, mástiles, micrófonos y chapas se asoman desde toneles y estanterías, como implorando volver a la vida en la forma de algún “Frankenstein musical”.

“Siempre hay alguien con el suficiente sentido del humor y mente abierta como para proponer algún experimento que involucre partes de todo tipo, y en más de una ocasión con resultados impresionantes” confiesa el músico con una sonrisa de “científico loco” trastocándole el rostro.

Después de tres décadas en el ramo, Dalia se siente satisfecho de haber hecho su parte en la historia musical de la región y el país, ya que entre sus clientes puede contar con orgullo a artistas como Edgar Alexander (de Azúcar, Cacao y Leche), Álvaro Segura (Zapato 3), Edward Bradley (San Luis) y Toto Fernández (Mermelada Bunch) solo por mencionar a algunos de los más reconocidos, aunque la lista se extiende y bifurca como las ramas de un árbol que entrega sus frutos sonoros para saciasr los más diversos gustos.

 

 

Redacción y fotografías: Luis Ricardo Pérez P.

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