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Bachaqueros contagian a taxistas de Maracaibo con la “fiebre del efectivo”

La iliquidez monetaria es un problema generalizado que viene azotando con mayor fuerza a sectores como el transporte colectivo, debido a su naturaleza no tecnificada y desbancarizada, caso opuesto a los taxis, que incluso antes de la escasez billetes ya usaban el pago electrónico con herramientas 2.0 como EasyTaxi, Uber y Nekso, pero en tiempos recientes los transportistas privados han comenzado a replicar vicios del “bachaqueo” al castigar el uso del pago móvil con tarifas hasta 100% más altas que en efectivo.

A pesar de que este tipo de cobro es sancionado por las autoridades de protección al consumidor, cada vez más líneas de taxi en la ciudad lo adoptan con descarada frialdad, y antes de cotizar por teléfono el precio de una carrera, preguntan al usuario: “¿Paga en efectivo o pago móvil?”.

Voceros gremiales defienden la medida como un “descuento para promover el acceso de los conductores al papel moneda”, pero usuarios frecuentes de este tipo de transporte como Juan Moreno, afirman que la preferencia de los taxistas por el efectivo ha dado pie a un nuevo tipo de discriminación, ya que algunos operadores “incluso llegan a negar un servicio tras enterarse que el pago sería por vía electrónica».

Ante esta preocupante situación, Ruben Esis, representante del Directorio Único de Transporte del Estado Zulia (Dutrez), explica que la aparente involución en la forma de cancelación de los traslados no constituye un encarecimiento de la tarifa para quienes pagan por transferencia y P2P, sino que es más bien “una rebaja si el pago se hace en efectivo”.

El sindicalista detalla que esta anomalía es una coyuntura que viene impuesta por la necesidad de los transportistas de adquirir productos básicos que se encuentran más fácilmente en mercados informales como el centro de Maracaibo, donde el precio puede llegar a ser hasta 70% menor que el de un comercio formal si se paga en dinero contante y sonante.

El problema se profundiza al considerar que las ventas de repuestos no convencionales llamadas “chiveras”, también usan esta modalidad de cobro diferenciado, ya que los billetes se cotizan a más del doble se su valor nominal al otro lado de la frontera, que es de donde provienen muchos insumos como cauchos y aceite.

Un taxista de una reconocida línea de la ciudad, quien prefirió identificarse solamente como “Alberto”, admite que en pleno siglo XXI es verdaderamente absurdo depender del papel moneda para tener acceso a ciertos bienes, pero recalca que si no es por esta vía se le hace mucho más caro y complicado llevar el sustento a casa o mantener su vehículo, así que no le queda de otra que preferir el pago en billetes.

“A veces la única forma de resolver una necesidad urgente es con cash y por eso he llegado al punto de tener que exponer mi carro y mi seguridad haciendo las veces de por puesto, solo para reunir suficiente efectivo para comprar algún producto bachaqueado”, confiesa con aires de resignación el transportista, al acotar que procura circular solo en rutas cortas y de buena vialidad como Bella Vista, “para que el remedio no termine siendo peor que la enfermedad”.

Isaura Febres, cliente asidua de las líneas de Taxi Popular, Tork, Tour y Doral Center, asegura que ya casi todas las empresas están trabajando de esta forma, pero aclara que hay algunos carros que de plano no aceptan pago móvil porque no se han afiliado al sistema y los que sí tienen, “son como las rocolas”, ya que no arrancan hasta que no les ha llegado el mensaje confirmando el pago.

Normalmente una carrera desde el Doral Center hasta su casa le costaba Bs. 120.000 indistintamente de la forma de pago, pero repentinamente el precio aumentó a Bs. 180.000 si es por pago electrónico o la mitad si es en efectivo.

“Es frustrante porque entre la falta de transporte público, el costo de los repuestos para mantener un carro, las limitaciones para pagar un taxi y la inseguridad que no te deja ni andar en bicicleta, tendré que buscar un trabajo que me pague por estar metida en la casa pero hasta eso está difícil porque el Internet tampoco sirve para nada” concluye con pesar la comerciante de 38 años.

 

Redacción: Luis Ricardo Pérez P.

Fotografía: Archivo

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